ANIMACION MISIONERA
Animación Misionera de las Parroquias

Enviado por el Equipo de Pastoral Misionera de la diócesis de Jujuy (Argentina): e.mail yomi_adgentes@hotmail.com

“El hombre es amado por Dios! Éste es el simplicísimo y sorprendente anuncio del que la Iglesia es deudora respecto del hombre. La palabra y la vida de cada cristiano pueden y deben hacer resonar este anuncio: Dios te ama, Cristo ha venido por ti; para ti Cristo es "el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14,6).
Esta nueva evangelización -dirigida no sólo a cada una de las personas, sino también a enteros grupos de poblaciones en sus más variadas situaciones, ambientes y culturas- está destinada a la formación de comunidades eclesiales maduras, en las cuales la fe consiga liberar y realizar todo su originario significado de adhesión a la persona de Cristo y a su Evangelio, de encuentro y de comunión sacramental con Él, de existencia vivida en la caridad y en el servicio.
Los fieles laicos tienen su parte que cumplir en la formación de tales comunidades eclesiales, no sólo con una participación activa y responsable en la vida comunitaria y, por tanto, con su insustituible testimonio, sino también con el empuje y la acción misionera entre quienes todavía no creen o ya no viven la fe recibida en el Bautismo» (ChL 34).

Una sociedad en vías de descristianización
Las parroquias han de desarrollar hoy su misión en una sociedad que se va apartando progresivamente de la visión cristiana de la vida y en la que sectores humanos cada vez más amplios se instalan en la increencia, es decir, niegan o prescinden de Dios.
Ciertamente el fenómeno de la increencia y el alejamiento de la Iglesia es muy complejo y variado. Por una parte, los mismos que se dicen creyentes viven muchas veces su fe acosados por la duda, la desorientación y la incertidumbre. O la relegan al ámbito exclusivo de una serie de cumplimientos y costumbres totalmente desconectadas de los planteamientos y actitudes que conforman su vida: son «los creyentes de domingo y ateos del resto de la semana».
Los que se van alejando lo hacen en grados diversos y siguiendo itinerarios diferentes. Algunos se van desprendiendo de su fe por puro mimetismo y acomodación al ambiente. Otros se instalan en un estilo de vida pragmática, dominado por la eficacia y el hedonismo, en el que no hay sitio para la experiencia religiosa. Bastantes se han alejado por problemas morales o situaciones matrimoniales irregulares. Otros, movidos por ideologías cerradas a la fe o contrarias a ella. Y cada vez son más numerosos los que nunca han sido iniciados a la experiencia cristiana.
Además, y como es obvio, la descristianización no es un fenómeno que afecta solamente a las personas que integran la sociedad, sino a la misma sociedad en cuanto tal. La cultura dominante, el sistema de valores vigente, la moralidad pública, los principios que inspiran la legislación, el mismo ambiento social, se distancian cada vez más del mensaje y de las exigencias del Evangelio.

La respuesta misionera de las parroquias
Nos dice Evangelii nuntiandi que la vocación propia de la Iglesia y su identidad más profunda consiste en evangelizar (cfr. EN 15). El objetivo, pues, y la razón de ser de la comunidad cristiana no está dentro, sino fuera de sí misma. No existe para sí, sino para que los hombres y mujeres experimenten la fuerza de salvación que es el Evangelio. Esto significa que la comunidad parroquial no puede permanecer replegada sobre sí misma, sino que ha de abrirse al mundo concreto donde está enraizada y donde las gentes viven sus luchas, gozos y sufrimientos.
Y cuando este mundo se encuentra en vías de progresiva descristianización, la misión de la parroquia no puede reducirse a mantener la fe de los practicantes y acompañarlos en sus deberes cristianos, sino que ha de plantearse decididamente como evangelización estrictamente misionera. Esto supone no actuar dando por supuesta la fe en el corazón de las personas y en el interior del tejido social, sino centrar todo el esfuerzo en ayudar a despertarla primero, y a madurarla después como adhesión personal, libre y gozosa al Dios de Jesucristo.

En concreto, una evangelización misionera exige:

a) Acompañar y sostener a creyentes débiles y desorientados, que ya no pueden vivir hoy su fe arropada en el ambiente o en apoyos socio-culturales;
b) ayudar a los que se van alejando a reiniciar un camino de conversión que los lleve de nuevo a la experiencia cristiana;
c) dialogar con los diferentes tipos de increyentes para escuchar sus críticas, sus valores a inquietudes, ayudarles a formular los grandes interrogantes y aspiraciones del ser humano, y abrirles el camino a una primera adhesión global al Evangelio;
d) esforzarse por hacer presentes y operativos los valores del Reino en la sociedad (sobre esta exigencia reflexionaremos en el tema siguiente). 

Líneas operativas de una pastoral misionera
1. Despertar y alimentar la conciencia de misión.
Hemos de recuperar la conciencia de que somos enviados por Dios a la sociedad actual para su evangelización. No es sólo una responsabilidad que asumir. Es un don que se nos hace y hemos de acoger con gozo.
Las parroquias tienen que hacer un esfuerzo urgente por desarrollar «el dinamismo apostólico del Pueblo de Dios» (AA 1) despertando esta conciencia de misión en las personas y los grupos, y desencadenando un cambio de orientación de estructuras y actividades hacia la misión estrictamente evangelizadora.

Para ello será necesario:

a) Despertar y potenciar la vocación misionera de los laicos en todos los procesos catequéticos y formativos. «La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es vocación también al apostolado» (AA 2). Todo proceso catequético debe pretender conseguir evangelizadores: criterio para revisar procesos, métodos, enfoques, clima grupal, etc.
b) Impulsar el anuncio y la irradiación personal de la fe. Hay que recordar que «el apostolado que se desarrolla individualmente... es el principio y fundamento de todo apostolado seglar, incluso asociado, y no puede ser sustituido por éste» (AA 6). Los seglares deberán, pues, procurar que su contacto personal con familiares, amigos y vecinos sea cauce de anuncio evangelizador. En la sociedad actual parece existir un «pacto de silencio» sobre Dios. Se puede hablar de todas las cuestiones menos de las más importantes y decisivas para el hombre. Se confunde el testimonio respetuoso del creyente con el proselitismo sectario. Los cristianos hemos de estar convencidos de que lo mejor que podemos aportar a la convivencia humana es la noticia de que Dios existe y nos ama. Con sencillez, sin sermonear ni avasallar, pero con seguridad y valentía, hemos de ser capaces de hablar de Dios.
c) Promover el valor del testimonio de vida personal, grupal y comunitario. El testimonio supone un estilo de vida que contrasta con los criterios y comportamientos habituales de la sociedad y, por lo mismo, despierta preguntas que abren al Evangelio: «A través de este testimonio sin palabras, estos cristianos hacen plantearse a quienes contemplan su vida, interrogantes irresistibles: ¿Por qué son así? ¿Por qué viven de esa manera? ¿Qué es o quién es el que los inspira?» (EN 21). Y este testimonio ha de ser exigido, sobre todo, a quienes toman parte más activa de la parroquia. Frente a la actual crisis de valores en la que cada uno se inventa sus normas, en función casi siempre de la comodidad, el placer y el interés, los cristianos hemos de demostrar con obras que existe otra concepción de la vida más solidaria, respetuosa con el hombre y fiel al Autor de la vida. Y no hemos de tener miedo en defender las normas de conducta que se derivan del Evangelio, aunque contrasten con las opiniones de la mayoría, casi siempre manipulada por intereses ocultos.
d) Elaborar a ir desarrollando poco a poco en la parroquia un proyecto misionero, que nos ayude a superar planteamientos de carácter puramente sacramentalista o catequético y nos haga caminar hacia lo misionero. Este proyecto o plan misionero supone: detectar mejor a quiénes se siente enviada la parroquia, concretar las acciones dirigidas directamente a sectores alejados, desarrollar todo lo que nos lleve a conocer la vida y problemas de la gente, suprimir o purificar lo que resulta superfluo o contraproducente para la acción evangelizadora 

2. Iniciar un esfuerzo profundo de desplazamiento a la vida
Hemos de redescubrir la experiencia humana, la vida de las gentes, los problemas del pueblo, como lugar propio donde ha de crecer el Reino de Dios. Las parroquias, en lugar de centrarse casi exclusivamente en sus problemas internos, han de hacer un esfuerzo por mirar hacia fuera, atendiendo más a lo que vive, piensa, goza y sufre la gente, siguiente la vida, los acontecimientos y los problemas de las personas.

Para ello será necesario:

a) Hacer una lectura creyente de la vida. Se trata de discernir la vida desde el Evangelio y de interrogar al Evangelio desde la vida. Esto exige detectar y analizar la realidad humana del entorno, pero no solamente desde una perspectiva sociológica o moralista, sino «con ojos de evangelizador», es decir, detectando la ausencia del Reino de Dios, escuchando llamadas concretas a la conversión, descubriendo dónde nos hemos de hacer presentes, dejándonos evangelizar por los pobres, etc.
b) Tener en cuenta la situación en que viven las personas. A la hora de hacer cualquier planteamiento pastoral, se ha de atender más al medio concreto en el que la gente vive y desarrolla su actividad diaria (fábrica, mundo rural, ambientes juveniles, barrio, situación de jubilación o de desempleo, separación matrimonial, clima de «deseducación televisiva» etc.).
c) Desarrollar un estilo de parroquia acogedora y sencilla, donde todos puedan encontrarse como en su casa. Esto exige, en primer lugar, cuidar la acogida amistosa, desinteresada y cálida a todo el que se acerque, dejando siempre en segundo término los aspectos burocráticos o administrativos. Pero impone también un esfuerzo de realismo y sencillez: dar un tono más sencillo a los encuentros; hablar de la vida concreta y no de nuestras racionalizaciones; pedir la aportación de la experiencia cristiana y no sólo de ideas; emplear un lenguaje más accesible y normal; valorar los pequeños compromisos de la gente.
d) Acercar la parroquia a la vida de las personas. Primero, hay que desarrollar instrumentos y medios de comunicación y presencia que hagan llegar la experiencia y la vida de la parroquia al mayor número posible de personas (información, convocatorias, llamadas...). También hay que saber hacerse presentes en la actividad ciudadana y popular (fiestas, acciones de barrio, actos de solidaridad...). Y resultará, además, muy útil penetrar en el barrio o la zona a través de una red de cristianos comprometidos a informar, comunicar y enlazar con la parroquia (agentes de Cáritas, pastoral de la salud, de los enfermos, manzaneras, etc).


3. Desarrollar una pastoral más diversificada
Por lo general, en nuestras parroquias se ofrece a todos lo mismo y de manera indistinta, sin hacer apenas esfuerzo por responder mejor a las diversas situaciones personales, niveles de la fe o de increencia, vinculación a la parroquia, etc. Une pastoral más diversificada, que responda más adecuadamente a los diversos niveles de fe de las personas.

Para ello resulta imprescindible:

a) Ofrecer posibilidades catequéticas. No se debe dar el mismo tratamiento al niño de familia piadosa y al que vive en un hogar indiferente. Junto a la preparación de jóvenes convencidos al sacramento, habrá que desarrollar otras iniciativas que respondan más a un planteamiento misionero entre adolescentes y jóvenes que a una catequesis sacramental.
b) Adaptar las celebraciones al nivel de fe de los participantes. La celebración de la fe no puede plantearse de la misma manera cuando la asamblea está compuesta por creyentes responsables o comprometidos, cuando se trata de practicantes rutinarios o cuando la mayoría de los asistentes son ocasionales o gentes totalmente alejadas.
c) Salir al encuentro de los alejados. Pensamos en las personas más o menos alejadas, que no tienen una actitud de rechazo y que iniciarían una búsqueda si encontraran ayuda. Encontrar ocasiones de promover atención, contacto y espacios de acogida, en grupos reducidos o de manera incluso personal, en actitud de escucha sincera de sus planteamientos, formulando las preguntas que ni ellos ni nosotros debemos eludir, deshaciendo prejuicios y experiencias negativas, despertando la apertura a Jesucristo.


4. Potenciar la catequesis misionera.
Nuestro pueblo no está hoy falto de posibilidades sacramentales, sino falto de evangelización y catequesis. Necesitamos describir y poner en marcha procedimientos y métodos para iniciar en la fe o para lograr una fe más personalizada.

Más en concreto, sentimos la urgencia de:

a) Realizar acciones de primer anuncio. Nos referimos a acciones orientadas a lograr un primer impacto evangelizador que despierte las conciencias y descubra la necesidad de un replanteamiento de la vida (misiones populares, cursillos, jornadas, encuentro, seminarios, predicaciones ocasionales en concentraciones de distinto tipo…).
b) Promover catecumenados para personas realmente alejadas. Nos referimos a procesos capaces de conducir de la no-fe a la fe, del alejamiento a la comunidad, del vacío a la experiencia religiosa, de la indiferencia a la opción por Cristo.
c) Desarrollar una pastoral pre-sacramental de carácter evangelizador. Cuidar que a toda acción sacramental preceda un anuncio evangelizador, al menos ocasional (contacto con padres, preparación de novios...). Este tipo de contactos puede ser el medio de conectar con alejados dispuestos a iniciar encuentros de carácter catecumenal.
d) Ofrecer en todas las parroquias una catequesis de adultos y de jóvenes. Existen multitud de experiencias dispares de catequesis de adultos, con planteamientos muchas veces parciales, reduccionistas. Es necesario elaborar un plan concreto que permita a la parroquia ofrecer una catequesis de adultos cuyo objetivo sea encaminar hacia una fe más personalizada, más vivida y experimentada, mejor compartida en la comunidad, más encarnada en el mundo y más confesante.


5. Celebrar la liturgia en clave misionera
La finalidad principal de la liturgia no es la evangelización. Más bien es al revés: «La finalidad de la evangelización es precisamente la de educar en la fe de tal manera que conduzca a cada cristiano a vivir -y a no recibir de modo pasivo y apático- los sacramentos como verdaderos sacramentos de la fe» (EN 47). Pero cuando los que asisten a las celebraciones son personas alejadas y cristianos de fe muy débil y apagada, no podemos olvidar que la liturgia es también la manifestación más privilegiada de la fe de la iglesia y, por tanto, medio aptísimo para despertar a ilustrar la fe de las personas.
Para lograr este objetivo es necesario:

a) Promover la participación plena, activa y consciente de los fieles. Para muchos de los alejados que asisten con respeto y cierta receptividad, la celebración realizada y vivida de manera auténtica, con una participación sentida por parte de los creyentes, puede tener una fuerza y un impacto evangelizador más fuerte que muchas palabras y discursos. Es la fuerza del testimonio creyente.
b) Cuidar las celebraciones. Para que las celebraciones puedan ser un anuncio evangelizador, es preciso prepararlas con esmero, extremar la acogida, potenciar los gestos y signos, cuidar el lenguaje, la homilía, los cantos, la música, las moniciones, de manera que conecten mejor con la sensibilidad, preocupaciones a inquietudes del hombre de hoy.
c) Aprovechar la demanda religiosa de las gentes. De manera casi natural, la mayoría de nuestra población acude a la parroquia en los momentos claves de la existencia (nacimiento, matrimonio, enfermedad, muerte...). Esta demanda, que brota de la dimensión religiosa, ofrece a las parroquias una gran oportunidad para evangelizar y ayudar a vivir de manera más digna y profunda el nacimiento, el amor, el sentido del dolor, la muerte, la esperanza final. Esto exige cuidar mucho más la preparación y celebración del Bautismo, el Matrimonio, la Unción de los enfermos, los funerales, etc
d) Purificar y orientar la religiosidad popular. Las manifestaciones populares de religiosidad (fiestas, devociones, costumbres religiosas, patronales, procesiones...), que muchas veces tienen el peligro de convertirse en deformaciones de la religión o en meras manifestaciones culturales, son también portadoras de muchos valores evangélicos y hasta constituyen la forma popular de expresar la fe en el Evangelio. Por eso pueden ser un instrumento misionero muy apto. Pero a condición de que nos esforcemos por realizar las tres acciones que aconseja la Evangelii nuntiandi respecto a la religiosidad popular: ser sensible a ella, saber percibir sus dimensiones interiores y sus valores innegables; ayudarla a superar sus riesgos de desviación; y orientarla mediante una pedagogía de evangelización para resaltar sus contenidos cristianos.
e) Fomentar la devoción a la Virgen María. Alguien ha dicho que la Virgen evangeliza siempre, «con los curas, sin los curas o contra los curas». Aunque la devoción a la Virgen necesite en muchos casos de la misma purificación a la que nos referíamos en el apartado anterior, no podemos minusvalorar el lugar central que ocupa María en la vida de la comunidad cristiana y en su misión. Ella es, en primer lugar, la discípula por antonomasia, la que representa mejor que nadie el estilo de vida del que sigue a Jesús. Además, es la que acerca a Jesús, el «nacido de una mujer» a las gentes sencillas, convirtiéndose en encarnación privilegiada de la simplicidad evangélica. Y ella, por fin y sobre todo, ha sido entregada por el mismo Jesús como madre a intercesora a todos sus discípulos y a todos los que buscan la verdad. Si para evangelizar se necesitan fórmulas sencillas y atractivas del mensaje evangélico, aquí tenemos, no una fórmula, sino una persona que lo encarna y trasluce con una fuerza de irradiación única.


- Cómo describiríamos la descristianización de nuestra sociedad?
- ¿Qué supone y exige una evangelización estrictamente misionera?
- ¿Cuáles deben ser las líneas operativas principales de una pastoral misionera?
- ¿Qué acciones concretas nos parecen más urgentes para potenciar en nuestra parroquia una pastoral misionera?

REVISAMOS NUESTRA PARROQUIA
En esta revisión vamos a intentar responder a esta pregunta decisiva: ¿Evangeliza nuestra parroquia de puertas afuera? En nuestra reflexión hemos descubierto cuáles tienen que ser las principales líneas operativas de una pastoral misionera y qué exigencias concretas comportan. De todo ello, ¿qué se ha hecho hasta ahora en esta parroquia?

I. Conciencia de misión
1. ¿Hay en la parroquia una preocupación preferente por llegar a los alejados?
2. ¿Está suficientemente presente esta preocupación en todos los procesos catequéticos y formativos?
3. ¿Cómo calificaríamos la calidad media del testimonio de vida que damos los cristianos comprometidos?
4. ¿Confesamos nuestra condición de creyentes en las circunstancias habituales del trabajo, la convivencia social, etc., o disimulamos nuestras creencias?
5. ¿Se ha hecho alguna vez en la parroquia algún plan misionero? ¿En qué acciones se ha concretado?

II. Desplazamiento a la vida
1. ¿Crees que la parroquia, en su predicación, planteamientos y actividades, conecta lo que vive, piensa, goza y sufre la gente?
2. ¿Dedicamos suficiente tiempo a conocer y analizar la vida real de las personas?
3. ¿Se ha hecho algún tipo de estudio técnico de la realidad humana y religiosa de nuestra población? ¿Nos ha sido útil?
4. ¿Crees que el estilo general de la parroquia resulta familiar y acogedor para la gente sencilla?
5. ¿Se preocupa la parroquia de dar a conocer sus actividades y planteamientos al mayor número posible de personas? ¿Qué instrumentos utiliza?
6. ¿Se hace presente en los acontecimientos y actividades sociales del pueblo o barrio?

III. Diversificación de la pastoral
1. En los procesos de catequesis, ¿ofrecemos a todos lo mismo sin tener en cuenta los distintos niveles de fe? ¿Qué inconvenientes hemos experimentado en esta información?
2. ¿Son todas las misas, bautismos, entierros… iguales, o se cuida su orientación según el tipo de asistentes (profesionales, pobres, practicantes habituales, poco practicantes o alejados)?
3. ¿Hemos salido al encuentro de personas alejadas para ayudarles a replantearse su fe?

IV. Catequesis misionera
1. ¿Se realizan en nuestra parroquia algunas «acciones de primer anuncio» o «acciones impacto» (misiones, cursillos, seminarios, campañas...)?
2. ¿Cuenta la parroquia con procesos de catequesis misioneras o con catequesis sistemáticas de inspiración catecumenal pensadas fundamentalmente para alejados de la fe?
3. Dado que muchos de los padres que piden el Bautismo o la Primera Comunión para sus hijos, y muchos de los novios que deciden casarse por la Iglesia son poco practicantes o alejados, ¿se aprovecha la catequesis presacramental para despertar o potenciar su fe?
4. ¿Existe en la parroquia una catequesis sistemática de adultos? ¿Sirve para personalizar y madurar la fe, y para despertar la vocación misionera?

.V. Liturgia en clave misionera
1. ¿Son las celebraciones eucarísticas una auténtica expresión de fe y un testimonio evangelizador?
2. Al prepararlas, ¿cuidamos que sirvan para fortalecer la fe de unos y para suscitarla en los más débiles?
3. ¿Cuidamos la celebración del bautismo, matrimonio y exequias como ocasión para evangelizar los momentos claves de la vida?
4. ¿Se ha estudiado el aprovechamiento evangelizador de la religiosidad popular (novenas, vía crucis, procesiones, devociones, visitas a santuarios, etc.)?
5. ¿Se fomenta y se cuida la devoción a la Virgen como contenido, modelo a instrumento evangelizador?


BUSCAMOS CAUCES DE RENOVACION
Tenemos una preocupación fundamental: pasar de una pastoral conservación a una pastoral misionera. Ha llegado el momento de concretar este desafío. Forcemos todos nuestra responsabilidad y... nuestra imaginación. Cuantas más ideas y sugerencias se nos ocurran, mejor. Podremos compartir después, en nuestro grupo cuál será nuestro aporte concreto, por dónde hemos de comenzar, cómo lo hemos de organizar y quién tiene que asumir las distintas responsabilidades. Ahora nos toca descubrir qué tareas habría que realizar para que nuestra parroquia tuviera realmente una proyección misionera.

I. Conciencia de misión
1. ¿Qué acciones se nos ocurren para mentalizar a los cristianos más practicantes y comprometidos sobre la importancia y urgencia de una pastoral misionera?
2. ¿Cómo podríamos introducir o reforzar esta preocupación en los distintos niveles de catequesis (niños, jóvenes, adultos) y en todos los procesos de formación que existen en la parroquia?
3. ¿Cómo animaríamos a vivir un cristianismo testimonial y confesante en medio de la sociedad?
4. ¿Creemos que ha llegado la hora de elaborar entre todos un plan o proyecto misionero? ¿Qué camino habría que seguir para lograrlo?

II. Desplazamiento a la vida
1. ¿Qué tendríamos que hacer para conectar más con los problemas reales de la gente?
2. ¿Nos haría falta utilizar algún instrumento técnico para conocer mejor la manera de pensar y de vivir de la población de la parroquia? ¿Qué aspectos necesitaríamos conocer mejor?
3. ¿Qué podríamos hacer para que el ambiente de la parroquia resultara más familiar, sencillo y acogedor, sobre todo para los que vienen menos?
4. ¿Qué medios sencillos y eficaces de comunicación podría utilizar para llegar a todas las casas?
5. ¿Sería conveniente organizar una red de cristianos comprometidos para enlazar con las distintas calles o zonas, y para hacerse presentes en las actividades sociales (fiestas, deportes, asociaciones culturales...)? ¿Cómo se podría montar mejor, dadas las características de nuestro pueblo o barrio?

III. Diversificación de la pastoral
1. ¿Creemos necesario ofrecer distintos cauces de catequesis según la situación de fe de los niños, jóvenes o adultos? ¿Cómo se podría realizar esto sin que sonara a denuncia o discriminación?
2. ¿Podríamos hacer una lista de celebraciones litúrgicas de la parroquia según el diferente tipo de personas que asisten a ellas? ¿Cuáles tienen mayor importancia misionera? ¿Cómo se podrían aprovechar mejor? ¿Tendríamos que inventar otro tipo de celebraciones (paraliturgias)?.
3. ¿Se podrían crear espacios de acogida y sistemas de encuentro personal con alejados, en vistas a dialogar con ellos y ayudarles a replantearse su fe? ¿Qué iniciativas se nos ocurren al respecto?

IV. Catequesis misionera
1. ¿Qué tipo de acciones de anuncio serían las más indicadas para nuestro ambiente?
2. ¿Creemos necesario instituir o potenciar catequesis misioneras para alejados o débiles en la fe?
3. ¿Cómo podríamos cuidar más la dimensión evangelizadora de las catequesis pre-sacramentales del Bautismo, Primera Comunión y Matrimonio?
4. ¿Qué tendríamos que hacer para organizar una catequesis sistemática de adultos? Si ya la tenemos, ¿es posible mejorarla en algún aspecto?

V. Liturgia en clave misionera
1. ¿Qué tendríamos que corregir y qué potenciar para que nuestras eucaristías fueran más auténticas y testimoniaran mejor nuestra fe?
2. ¿Qué elementos de la celebración se tendrían que preparar con más esmero para potenciar su dimensión misionera?
3. ¿Qué sugerencias se nos ocurren para aprovechar mejor la fuerza evangelizadora del bautismo, el matrimonio y las exequias?
4. ¿Qué prácticas de religiosidad popular tienen más vigencia entre nosotros y podrían aprovecharse con finalidad misionera? ¿Qué se nos ocurre para purificarlas y potenciarlas en este sentido?
5. ¿Cómo podríamos mejorar el culto y la devoción a la Virgen María?


DOCUMENTOS DE CONSULTA

- Catecismo de la Iglesia Católica
- Contenido de la misión: núms. 422-429.
- Necesidad de la misión: núms. 849-856.
- Testimonio: núms. 904-905.
- Religiosidad popular: núms. 1674-1676.
- Ad gentes, núms. 10-18.
- Apostolicam actuositatem, núm. 6.
- Evangelü nuntiandi, núms. 40-48.
- Christifideles laid, núm. 34.
- Redemptoris missio, núms. 48-49; 71-74.
- Lineas Pastorales para la NE (CEA)
- Renovación de la Parroquia (CEA


NUESTRA RESPONSABILIDAD MISIONERA CONCRETA
La identidad, el carisma con que enriquece a la Iglesia el movimiento misionero (infancia, grupos, familia, congregaciones misioneras) es la conciencia de universalidad. Contribuir a que la parroquia descubra en la misión ad gentes “su significado fundamental y su actuación ejemplar” (RM 33-34) es nuestro desafío. ¿Cómo lo haremos?, ¿cuándo?, ¿dónde?, ¿con qué?. 

1. ¿Cómo animamos nuestra parroquia?
- La oración
- La Palabra de Dios
- La proyección misionera de los grupos
- La participación en servicios misioneros
- Nuestra formación seria, continua y especializada 

2. ¿Cuándo animamos nuestra parroquia?
- Siempre: nuestra historia es la misión
- Celebración de los patronos
- Mes de las Misiones y Domingo Mundial
- Navidad y Epifanía ¿fiestas misioneras?
- Mes de la Infancia Misionera
- Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos
- María, Reina de las Misiones
- Día del Misionero
- Entrega de pañoletas, Compromiso, Envío

3. ¿Dónde animamos nuestra parroquia?
- Los Consejos Parroquiales
- La liturgia
- La catequesis
- Los centros educativos
- La acción caritativa
- Los enfermos misioneros
- Los movimientos e instituciones parroquiales

4. ¿CON QUÉ animamos nuestra parroquia?
- Un plan pastoral misionero?
- Instancias de formación misionera (Talleres – ESAM)
- Correspondencia con los nuestros misioneros
- Colecta Universal y colecta Arquidiocesana
- La estampilla
- Muestra Misionera
- Las misiones parroquiales