7º Congreso Misionero Latinoamericano  (CoMLa 7)

2º Congreso  Americano Misionero (CAM 2)

 
La Misión, anuncio del evangelio de la vida para todos y en plenitud.

Ponencia de Adelaida Sueiro Cabredo
Profesora de Teología en la Pontificia Universidad Católica del Perú
Auditórium Juan Pablo II, Guatemala, 27 de noviembre de 2003.

La Misión, anuncio del evangelio de la vida, tarea fundamental del pueblo de Dios que peregrina en América.

Irá delante de ustedes a Galilea; allí lo verán... 

“Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a guardar todo lo que yo les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo. (Mt. 28,7.19-20)

En primer lugar, quiero agradecer que me hayan invitado a participar en este Segundo Congreso Americano Misionero, para mí es una alegría grande, un regalo de Dios y es también un desafío por la tarea que me encomiendan. Permítanme compartir con ustedes la reflexión del anuncio del evangelio de la vida desde la experiencia de fe que comparto con tantas otras personas creyentes.

Anunciar la Buena Nueva de la vida nos coloca en el centro mismo de la historia, en el misterio de Dios que se hace carne y pone su tienda en medio de la vida de cada una de las personas, en medio de las culturas de cada uno de los pueblos de la humanidad, para acompañarnos hasta el final de los tiempos.

Nos trae a la memoria, también, una región pequeña, pobre y despreciada en el tiempo de Jesús: Galilea. Una región que estaba en la periferia del sistema imperial; Roma vive, en ese momento, el despliegue de su poderío y el anhelo ilusorio de ser dueña del mundo. Hoy, el Señor nos ha convocado aquí, en Guatemala. No está entre los pueblos poderosos de este momento de la historia; como Galilea, es también pequeña y pobre; pobreza que comparte con muchos de los pueblos del Sur frente a la riqueza de los del Norte en este mundo globalizado . Dios no olvida al pueblo de Guatemala ni a su tierra, los guarda y los atesora en su corazón, por eso estamos reunidos aquí con alegría, para que el mundo pueda ver y oír de su fe en el Dios de la vida y para, desde aquí, enviar a sus discípulos y discípulas a anunciar la Buena Noticia de que la vida vence al mal que destruye y mata.

Nos pone delante a todas las gentes , hombres y mujeres, pueblos y naciones que desde lo más hondo de ellos mismos esperan que la verdad de la vida se haga historia. La palabra de Dios, que habita en el corazón de cada ser humano , se deja sentir en los anhelos y esperanzas de cada pueblo y, en la práctica, se hace signo de vida y liberación que vence a la muerte y al pecado en la historia.

•  “MIRANDO AL PRESENTE Y AL FUTURO CON LOS OJOS DE LA FE Y LA RAZÓN”

En el marco de una sociedad globalizada, percibimos la densidad de un nuevo momento histórico que se despliega ante nuestros ojos con una velocidad sorprendente y consecuencias complejas en la vida de la humanidad, y que llena de incertidumbre y angustia sobre todo a los sectores cada vez más empobrecidos, que ahora encontramos en grandes sectores y en cada rincón del planeta.

Vemos el gran desarrollo de las ciencias y la técnica que hacen posible la producción y acumulación de riquezas nunca antes imaginadas, posibilidades de comunicación que propician encuentros y diálogos largamente soñados en la familia humana. El mañana se abre promisorio. Desgraciadamente, vivimos y vemos crecer un potencial de destrucción que va dibujando un tejido social marcado por la injusticia y la exclusión, y que en múltiples formas de violencia amenaza toda forma de vida en la tierra. Esta tierra que el Señor dio al hombre y a la mujer para cultivar y guardar (Gn 2,15).

La realidad no es el resultado de un devenir histórico que se nos impone de manera ineludible, es hechura de “seres humanos libres que toman decisiones y son responsables, en diversos grados, de acontecimientos actuales que construyen relaciones humanas justas y respetuosas de los derechos de cada uno; o producen exclusiones que pueden ir hasta expulsar del tiempo y de la historia a los habitantes de un país” . Es bueno recordar que la historia ha sido puesta en las manos y en el corazón de los seres humanos para construir relaciones de fraternidad.

El futuro se extiende para adelante con un inmenso desafío a la creatividad y a la libertad humanas y sobre todo a los corazones sensibles capaces de conmoverse ante el dolor del hermano y la hermana e indignarse ante la injusticia que lo produce. Este tiempo nuestro está preñado de sueños y hay hombres y mujeres que buscan hacerlos realidad, porque en medio de ellos descubren signos de una evidente presencia del Espíritu en la historia .

Hoy descubrimos la fuerza del Espíritu Santo: en la lucha contra la pobreza injusta e inhumana que rescata la dignidad de la persona y afirma el valor de la vida, en el esfuerzo de encontrar un camino de diálogo intercultural que busca construir la unidad de la familia humana en la riqueza de su diversidad, en la búsqueda de la verdad, que se hace camino de justicia y reconciliación. Se trata de seguir el camino que redescubrió la Iglesia en Medellín, presentar cada vez más nítidamente “el rostro de una Iglesia auténticamente pobre, misionera y pascual” (DM Juventud, 15).

•  Anunciar el evangelio a todas las gentes y que cada uno lo descubra en su propia lengua.

Anunciar el evangelio a todas las gentes plantea a la Iglesia el desafío de relacionarse con todos los pueblos de la tierra. Esta tarea tiene, desde la época apostólica, un largo caminar que ha ido progresivamente, y no sin dificultades, abriendo derroteros nuevos en el descubrimiento del otro , subrayando las diferencias entre los pueblos como algo a ser profundamente valorado en la tarea evangelizadora.

El dinamismo, la fuerza de vida que impulsa el caminar de los pueblos y de cada persona en la historia viene de Dios; los misioneros y misioneras, envueltos en esta fuerza viven, comparten y proclaman lo que Jesús ha enseñado: que Dios es Padre y Madre de todo hombre y de toda mujer, sin condición de raza, cultura, ni tan siquiera de credo religioso. Todos somos hijos e hijas de Dios y así estamos llamados a participar en la fraternidad universal que está en el proyecto del Reino.

Quiero ubicarme en la dinámica rica y fructífera que impregna esta tarea pastoral y que nos ubica en el centro mismo del misterio de la encarnación, el mensaje evangélico debe ser reconocido como parte de la propia cultura, en la relación estrecha entre la fe y la vida. La riqueza está en las prácticas que cristalizan búsquedas, desencadenan movimientos, orientan esfuerzos; prácticas pastorales que ponen delante propuestas, acciones concretas y, sobre todo, nuevos caminos que no hemos terminado de recorrer.

En este largo caminar vamos teniendo, cada vez más, conciencia de la incoherencia de una evangelización que utiliza los elementos hegemónicos de una cultura dominante y refuerza relaciones de subordinación y opresión entre los pueblos y las personas. Por el contrario, descubrimos que el poder de vida y liberación de la palabra de Dios actúa en cada ser humano y que cada pueblo la guarda en sus tradiciones religiosas y en su sabiduría de la vida y del amor. Las culturas de los pueblos pequeños e insignificantes históricamente son así espacios de resistencia donde se alimenta la lucha contra la opresión, marginación, pobreza y donde crece la esperanza de construir un futuro justo y fraterno.

Lo nuevo en este largo caminar es la aguda conciencia que tiene nuestro mundo del pluralismo de las culturas humanas, así como de sus ancestrales tradiciones religiosas, y del derecho a la diferencia que tiene cada una de ellas. Esto nos exige ver a los otros y las otras no solo como destinatarios del anuncio de la Buena Nueva, sino como partícipes en la búsqueda de la verdad de Dios que da sentido a la vida.

La pluralidad nos plantea el desafío del diálogo, del encuentro respetuoso, de la escucha, de la tarea común. El diálogo interreligioso nos permite a los cristianos ir al encuentro de creyentes de otras religiones y caminar juntos en la búsqueda de la verdad de Dios y del ser humano para construir un mundo de vida, justicia y paz.

El fundamento teológico del diálogo interreligioso está en la afirmación del señorío de Dios en el mundo y la historia . El Espíritu de Dios se hace presente universalmente en el corazón de cada ser humano , presencia que se extiende “a la sociedad y la historia, a los pueblos, las culturas y las religiones” . Como dice J. Dupuis: “a pesar de las diferencias, los miembros de las diferentes tradiciones religiosas son co-miémbros del Reino de Dios en la historia, caminan juntos hacia la plenitud del Reino, hacia la nueva humanidad querida por Dios para el fin de los tiempos, de la cual están llamados -unos y otros- a ser co-creadores con Dios” .

Una teología del diálogo interreligioso, abierta a la acción del Espíritu que, como nos recuerda Redemptoris missio, “sopla donde quiere y como quiere” , nos permite descubrir que todo hombre y toda mujer que se abren a la acción del Espíritu son miembros activos del Reino de Dios en el mundo y la historia.

•  La opción preferencial por los pobres, una exigencia evangélica.

Mirar la realidad con ojos de evangelio nos permite ver que la pobreza es producto de una sociedad sistémicamente injusta y percibimos en ella “estructuras de pecado”.

Como nos recuerda Juan Pablo II: “Pecado” y “estructuras de pecado” son categorías que no se aplican frecuentemente a la situación del mundo contemporáneo. Sin embargo, no se puede llegar a una comprensión profunda de la realidad que tenemos ante nuestros ojos sin dar un nombre a la raíz de los males que nos aquejan” . Y, no hay que olvidar que la raíz de la pobreza está en el pecado, en el rechazo a la voluntad de Dios.

La pobreza inhumana y antievangélica es el problema más grande que la humanidad enfrenta. Hoy son muchos los informes de organismos internacionales que nos dejan ver la magnitud y la persistencia de la situación de pobreza y desigualdad a nivel internacional . La brecha entre los pobres y los ricos se hace cada vez más grande.

Se ve con preocupación y aun con angustia que al hambre, a la falta de trabajo, casa, salud, educación, a la experiencia de desprecio e insignificancia que viven los pobres se sume el impacto del cambio de época y la implementación de políticas neoliberales que los dejan cada vez más a la intemperie, mostrando en eso mismo su fracaso.

Subrayando los efectos de este impacto, Carmen Lora nos dice que hoy los pobres sufren la “pérdida o difuminación de una identidad colectiva, la experiencia de inestabilidad y movilidad creciente, la dificultad para integrar una identidad en torno al trabajo como actividad humana fundamental, los referentes simbólicos poco consistentes y cambiantes” que configuran su visión del mundo. Añade, además, que “los jóvenes de hoy saben más sobre la necesidad de saber desenvolverse para salir adelante o simplemente sobrevivir, pero, a diferencia de hace 30 o 40 años, las formas de salida que se les plantea son individuales, no colectivas. La posibilidad de organizarse no implica un canal de solución a una expectativa de cambio, a lo más, es una alternativa de protesta, pero no de solución.

Hay una profunda experiencia de soledad” . La experiencia de la vida de los pobres ha empeorado con la estructural exclusión económica, social y cultural, haciéndolos cada vez más vulnerables ante el poder de la globalización económica que configura relaciones de mayor desigualdad entre los países ricos y los países pobres.

La realidad de pobreza y desigualdad creciente marca la vida de las personas y las estructuras de la sociedad con signos de dolor, sufrimiento y muerte que niegan futuro, felicidad y vida a grandes mayorías en la humanidad.

Buscar los “signos de los tiempos” en medio de esta realidad de pobreza llevó a la Iglesia latinoamericana a “no quedarse indiferente ante las tremendas injusticias sociales... que mantienen a la mayoría de los pueblos en una dolorosa pobreza cercana en muchísimos casos a la inhumana miseria” (DM Pobreza 1) y a descubrir en los rostros de los pobres los rasgos sufrientes de Cristo que nos cuestiona e interpela (DP 31, DSD 178). Desde esta experiencia de fe, la Iglesia latinoamericana hizo una clara y profética opción preferencial por los pobres (DM Pobreza 5-7, DP 1134, DSD 180), que persiste en una firme y larga trayectoria ligada a la vida cotidiana de la gente. Este camino abierto por los obispos latinoamericanos en Medellín y la teología de la liberación , reafirmado en Puebla y Santo Domingo, ha sido asumido por el Magisterio universal como una exigencia “firme e irrevocable” para toda la Iglesia (SRS 42, JP II Discurso inaugural Santo Domingo 16, TMA 51).

Esta opción nos refiere al tema de la justicia como una exigencia de profunda tradición bíblica que encuentra su fundamento en el amor universal de Dios y su predilección por los débiles, maltratados, los insignificantes de la historia, fundamento que muchos no logran reconocer. Sin embargo, de ahí viene la fuerza de la voz de la Iglesia en los foros internacionales en temas como la deuda externa de los países pobres y más recientemente sobre la guerra. Gustavo Gutiérrez nos recuerda: “La razón definitiva del compromiso con los pobres y oprimidos no está, en consecuencia, en el análisis social que empleamos, tampoco en la experiencia directa que podamos tener de la pobreza, o en nuestra compasión humana (...). Sin embargo, en tanto que cristianos ese compromiso se basa fundamentalmente en la fe en el Dios de Jesucristo. Es una opción teocéntrica y profética que hunde sus raíces en la gratuidad del amor de Dios y es requerida por ella. Y no hay nada más exigente, lo sabemos, que la gratuidad” .

La vida y liberación de los pobres y excluidos, central en la práctica de Jesús, aparece hoy como un reto exigente y fecundo para la tarea eclesial de anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios. En una sociedad que no tiene sitio para los insignificantes, adquiere especial importancia la preocupación que manifiesta el libro del Éxodo por cómo van a dormir los pobres si no tienen con qué cubrirse (Ex 22,26). Gustavo Gutiérrez hace suya esta preocupación y nos pregunta: “¿Dónde van a dormir los pobres en el mundo que se prepara y que, en cierto modo, ha dado ya sus primeros pasos?, ¿qué será de los preferidos de Dios en el tiempo que viene? . Cuestión desafiante para la tarea de anunciar hoy el Reino de Dios como Buena Noticia para los pobres.

•  Tiempo de verdad, justicia y reconciliación.

Vivimos un tiempo de búsqueda de verdad, expresión de una conciencia clara de la humanidad que dice “basta ya” a la violencia y destrucción que envuelve a los pueblos en todo el mundo. Guerras fratricidas, grandes violaciones a los derechos de las personas, codicia acompañada de indiferencia que excluye a los pobres y les niega el derecho a una vida digna. El que nos ha tocado vivir es, también, un tiempo de vergüenza.

En muchos de nuestros países hemos tenido “comisiones de verdad y reconciliación”. Permítanme hacer referencia a la experiencia del Perú. La verdad adquiere un poder de denuncia al exponer la tragedia, que nos fue presentada por Salomón Lerner, presidente de la CVR, como “un doble escándalo: el del asesinato, la desaparición y la tortura en gran escala; y el de la indolencia, la ineptitud y la indiferencia de quienes pudieron impedir esta catástrofe humanitaria y no lo hicieron”. La verdad es igualmente aliento de vida y esperanza cuando “recoge también el testimonio de numerosos actos de coraje, gestos de desprendimiento, signos de dignidad intacta que nos demuestran que el ser humano es esencialmente digno y magnánimo... Ahí se encuentran: en el centro de nuestro recuerdo” .

A estas comisiones, por la fuerza que tiene su palabra de verdad, las hemos visto emerger en nuestras sociedades como signos de contradicción.

Así, vemos con alegría la voluntad de recuperar la memoria, desvelar lo escondido y desentrañar las raíces, aun las más profundas, de los problemas que aquejan la vida de nuestros pueblos y llenan de sufrimiento las vidas de las personas. Crece nuestra esperanza con el compromiso inquebrantable de tantos hombres y mujeres que, aun a costa de su propia vida, construyen caminos de reconciliación y fraternidad. Cómo no recordar a nuestros queridos obispos: Mons. Angelleli, Mons. Romero, Mons. Gerardi, en Guatemala. Sería largo enumerar la lista de los hombres y mujeres que, con su vida, han sigo testigos de la verdad que da y defiende la vida. ¡Benditos entre los misericordiosos porque ellos y ellas guardaban a Dios y a los pobres en su corazón!

Vemos, igualmente, con dolor que hay quienes rechazan la verdad que se presenta, se niegan a reconocer el rostro de la sociedad que se trasluce en ella, sociedad de la que formamos parte y somos responsables. Los actos de terrorismo, los asesinatos y ajusticiamientos, la tortura, las violaciones sistemáticas, sobre toda de mujeres, las madres y sus hijos sufrientes, las poblaciones desterradas, los desaparecidos, las fosas comunes, las muertes que cobra la guerra y mucho más; todo ese sufrimiento clama ante la conciencia de cada persona, de cada nación, de la humanidad.

Esta contradicción, que nos hace descubrir raíces que llegan muy atrás en la historia, es una viva expresión de la profunda escisión que atraviesa nuestras sociedades. Escisión en la que los más pobres sufren, obligados al silencio y la invisibilidad . Por eso es tan importante darle la palabra a las víctimas, como valientemente dice el Informe para la Recuperación de la Memoria Histórica de Guatemala: “Para las víctimas y familiares que se acercaron a dar su testimonio, el conocimiento de la verdad era una de las principales motivaciones. Ese reconocimiento público de los hechos constituía también una reivindicación de la verdad de su palabra, que había sido negada sistemáticamente durante todos los años del conflicto armado. Mucha gente se acercó al proyecto para contar su propia historia que no había sido escuchada y para decir: créame . Esa demanda implícita de dignificación está muy ligada al reconocimiento de la injusticia de los hechos y a la reivindicación de las víctimas y los familiares como personas cuya dignidad trató de ser arrebatada: nos hicieron más que a los animales .

No podemos permanecer indiferentes ante el rostro de la humanidad atravesado de heridas profundas que esperan ser atendidas y curadas con ungüentos de ternura. “La verdad que es memoria sólo alcanza su plenitud en el cumplimiento de la justicia ... Ha llegado, pues, la hora de reflexionar sobre la responsabilidad que a todos nos toca. Es el momento de comprometernos en la defensa del valor absoluto de la vida . Si no miramos de frente el presente que nos interpela, habremos perdido la oportunidad de cambiar el rumbo de nuestra historia para adentrarnos en caminos de encuentro y reconciliación.

 

Conocer la verdad de nuestra realidad es un nuevo punto de partida en la larga historia de nuestros pueblos, una oportunidad que no podemos perder. Un camino que se abre con viejas y nuevas exigencias de practicar la justicia y buscar experiencias de reconciliación que nos vayan adentrando en la tarea de construir una sociedad en la que cada persona sea reconocida en su dignidad y sean respetados los derechos de todos, especialmente de los mas débiles e insignificantes.

 

La misión evangelizadora de la Iglesia encuentra en estos “signos de los tiempos” desafíos que le exigen volverse a la Palabra del Señor para encontrar los caminos que conducen al Reino.

•  EL REINO DE DIOS ESTÁ CERCA, CONVIÉRTANSE Y CREAN EN LA BUENA NUEVA (MC 1,15)

 

Los evangelios nos cuentan que Jesús parte de Galilea para anunciar el Reinado de Dios y dar inicio a la misión del Mesías. En el evangelio de Lucas, Jesús mismo da cuenta del contenido de su misión con la lectura del texto del profeta Isaías:

El espíritu del Señor está sobre mí,

porque me ha ungido

para anunciar a los pobres la Buena Nueva,

me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos

y la vista s los ciegos,

para dar libertad a los oprimidos

y proclamar un año de gracia del Señor.

(Lc 4,18-19)

El sentido de la misión de Jesús es anunciar la liberación de la pobreza, el cautiverio, la ceguera y la opresión, signos de esclavitud y muerte. A los pobres se les anuncia la liberación, se les anuncia la vida. Buena Nueva que se subraya con el “año de gracia del Seño”, perspectiva jubilar que en la tradición bíblica significa la voluntad de Dios de acabar con toda desigualdad y restablecer la fraternidad, “ una característica de la actividad de Jesús y no sólo la definición de un cierto aniversario” como nos recordó Juan Pablo II en la convocación al Jubileo del año 2000 .

Lucas subraya en el evangelio (4,25-27) y en el libro de los Hechos (2,9-11) el alcance universal del mensaje de Jesús el Cristo.

•  Curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo (Mt 4, 23)

La vida de Jesús, su práctica y mensaje anuncian el Reino de Dios como la fuerza de liberación y vida que cura toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo (Mt 4, 23).

Las acciones de Jesús abarcan todas las dimensiones de la existencia humana que claman por la vida. Se compadece de la viuda que ha perdido su hijo y lo resucita (Lc 7,11-17). Salva la vida al hombre de la mano paralizada (Mc 3,16). Libera a la mujer encorvada de su enfermedad (Lc 13,10-13) y al endemoniado de Gerasa (Mc 5.1-20). Toca al leproso y éste queda limpio de su enfermedad (Mt 8,1-4). Jesús nos revela el perdón de Dios para los pecadores(Jn 8,1- ). Con su actitud ante los extranjeros, la samaritana, la sirofenicia reafirma la universalidad del Reino; con el centurión, en quien reconoce una fe tan grande, proclama que muchos vendrán de Oriente y Occidente para sentarse a la mesa en el Reino de los Cielos (Mt 8,10-11). El anuncio de la Buena Noticia a los pobres provoca alegría y reconocimiento de la acción de Dios, provoca también sospecha, desconfianza y voluntad de eliminarle.

Acerquémonos al relato de la curación del ciego de Jericó (Mc 10,46-52). Un mendigo ciego está sentado junto al camino, su grito “¡ Hijo de David, Jesús, ten compasión de mi!” nos hace ver que no es el poder de Jesús sino su compasión lo que llama la atención de la gente. Jesús lo escucha, tiene en cuenta al insignificante que los otros quieren hacer callar; más bien les pide que lo llamen, los compromete, los hace participar “¡ Ánimo, levántate! Te llama” .

El ciego, que había permanecido sentado y fuera del camino dio un brinco y vino donde Jesús . Expresión de vida, confianza, seguridad que va a ser confirmada con la pregunta de Jesús: “¿ Qué quieres que te haga?” , le reconoce derecho a hablar, que él mismo diga cual es su necesidad, no se impone, los que al comienzo lo hacían callar ahora lo van a escuchar. L.F. Crespo resalta que “es una manera de reconocerle persona, capaz de responder y hacerse responsable de su existencia, opciones y proyectos”. El ciego respondió “Rabbuni,¡que vea!”. El ciego reconoce en Jesús la condición de maestro de la Palabra de Dios, el poder de vida que Jesús tiene viene de lo alto, del corazón mismo de Dios que se compadece de los pequeños, los insignificantes.

Jesús le responde: “Vete, tu fe te ha salvado”. Es una invitación a la libertad, a que haga su propio camino. “Jesús ha liberado al hombre de la inseguridad producida por su ceguera, que lo tenía sentado y desencaminado... Jesús ha logrado que el ciego recupere con la vista su propio protagonismo y la confianza en sí mismo: está “salvado”. Finalmente el ciego comienza a ver claro y buena prueba de ello es que se pone a caminar libre con Jesús “y le seguía por el camino” . Jesús no sólo cambia la vida de las personas, sino que incide y cambia las relaciones sociales y permite que el hijo de Timeo, Bartimeo, se incorpore a la comunidad de discípulos de Jesús que anuncia el Reino de Dios como Buena Nueva a los pobres.

•  Reconocer a Dios en el pobre: una mujer en el evangelio de Marcos (14,1-11)

El marco en que se encuadra este relato tiene características dramáticas. Faltan dos días para la Pascua y los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley buscaban el modo de arrestar a Jesús con engaños y darle muerte (vv. 1-2). Judas, por otra parte, fue a hablar con los jefes de los sacerdotes para entregarles a Jesús y buscaba cuál sería el momento oportuno para entregarlo (vv. 10-11). Este marco de intrigas y traición levanta, por contraste, el significado del relato de la mujer de Betania, la discípula que unge a Jesús.

El contexto de la Pascua nos recuerda que está próxima la muerte de Jesús y la voluntad de los autoridades de ese tiempo para acabar con él a causa de su predicación, por su cercanía al pueblo, sobre todo a los pobres, los pecadores y todos aquellos a los que la sociedad margina. Jesús se encuentra indefenso, débil, comparte la suerte de los pobres, de los insignificantes ante la injusticia de los poderosos, él es uno de los pobres. Está en Betania, expresión hebrea que quiere decir “casa del pobre”.

Una mujer, que en este relato no tiene nombre, entra en la casa de Simón el leproso, donde Jesús es un invitado, y lo encuentra recostado en la mesa. No hay palabras en su boca, son sus gestos, gestos de mujer, los que dicen de ella y de su obra. Entra en la casa decidida, tiene un propósito y por eso trae el frasco de perfume; sin dudar siquiera, rompe el frasco y derrama el perfume puro de nardo sobre la cabeza de Jesús.

El perfume juega un papel muy importante en ese contexto cultural, los aceites perfumados penetran en el cuerpo y le dan fuerza, salud, alegría, belleza; los perfumes se usan también para embalsamar a los muertos. Es un gesto que le dice no al olor de la muerte, gesto de ternura con el ser querido, quiere prolongar simbólicamente la vida, el perfume significa vida.

Derramar el perfume sobre la cabeza de Jesús es un gesto de unción. La unción es un signo para los elegidos por Dios para el gobierno del pueblo. En la tradición bíblica alcanza su pleno significado en la unción del Mesías (Sal 2,2; Hechos 4,25). Esta mujer reconoce la profundidad del sentido de la vida de Jesús, la entrega de su vida, y unge a Jesús como Mesías. Proclama con su gesto el poder del amor de Dios que se encarna en los débiles, en los que son perseguidos injustamente y en los que defienden la justicia y la vida.

Es un gesto profético. Desde su condición de mujer marginada lo hace en nombre de todas las personas pobres del mundo que esperan al Mesías y creen en Jesús. En el contexto del relato descubrimos su valentía, pues hace suyo un poder que, por ser mujer, le está vedado en la tradición judía. Son manos de mujer las que ungen al Mesías.

Los que estaban ahí, aunque fieles a lo que el Señor les ha enseñado, que es atender las necesidades de los pobres, no son capaces de percibir el sentir de Jesús, su dolor, el sentido de la entrega de su vida, el momento único que está viviendo, no reconocen al Mesías, por eso el reproche: “¿Para qué este despilfarro de perfume? (v. 4). Es el mismo Jesús el que interpreta el sentido de su gesto. “ Déjenla. ¿Por qué la molestan? Ha hecho una obra buena conmigo... Se ha anticipado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Yo les aseguro donde quiera que se proclame la Buena Nueva, en el mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho para memoria suya” (vv. 6.9) .

Una obra buena, Jesús ha visto bondad y hermosura en el gesto de esta mujer. No se opone a prestar atención a las necesidades de los pobres, eso es lo cotidiano: “lo pueden hacer cuando quieran”. Esta “obra buena” responde a un momento único, especial. El pobre no tiene necesidad sólo de comer o beber, también tiene necesidad de gestos gratuitos, únicos, que no se contabilizan, que le dicen tú me importas .

Hacer memoria de las que hacen obras buenas. Obras buenas como las de tantas mujeres de nuestros pueblos, que no han cesado de buscar a sus seres queridos desaparecidos o a sus muertos para sepultarlos como corresponde a su dignidad. Guardar en la memoria la historia de las mujeres de las comunidades cristianas o recuperarlas cuando los contextos culturales las han hecho invisibles, es exigencia fundamental para la misión en un momento como el que vivimos hoy.

•  Mujeres que anuncian la vida y alimentan la esperanza

La irrupción de los pobres en la sociedad y la Iglesia es un “hecho mayor” en la historia reciente de nuestros pueblos. Nos permite descubrir la riqueza y complejidad de estos sujetos históricos que van ganando en identidad y dejan ver sus rostros esculpidos por sus culturas, etnias, género, edad, sus condiciones sociales de vida, de trabajo, por su fe en Dios. En medio de todos ellos nos aparece el rostro de las mujeres pobres .

Estas mujeres han logrado despertar en ellas mismas la fuerza que les permite enfrentar la condición de pobreza que desconoce y niega su dignidad de personas. En esta misma experiencia de liberación, las mujeres han ido descubriendo su fe en Dios como una fuente de agua viva que impulsa el compromiso por la vida y la esperanza de acabar definitivamente con la pobreza.

En la Iglesia, donde las mujeres han estado siempre presentes, aunque de manera silenciosa y anónima, y las más de las veces relegadas por su condición de mujeres, hoy día se vive como una novedad la presencia de la mujer asumiendo responsabilidades eclesiales, dando dinamismo y vitalidad a la vida eclesial, abriendo nuevos caminos al trabajo pastoral y a la misión evangelizadora.

La fe en Dios se hace gesto concreto y solidario en el compromiso de las mujeres que multiplican su presencia y derraman su ternura en la pastoral de salud, en la catequesis familiar, en los comedores populares, en los comités de defensa de los derechos humanos y en muchas otras instancias. En las comunidades cristianas han encontrado un espacio para reflexionar sobre su vida a la luz de la palabra del Señor y para celebrar su fe.

La experiencia de fe de las mujeres pobres, su compromiso, su oración y su hablar de Dios se nos presentan como un campo de reflexión teológica que ayuda a percibir en su ser mujer dimensiones nuevas del misterio inagotable de Dios.

Las mujeres descubren que dar a luz a sus hijos es símbolo de una maternidad más grande, cuidar, desarrollar y defender la vida entera de la humanidad. Dar de comer, dar de beber, vestir al desnudo, visitar al que está en la cárcel (Mt 25), es decir, encontrar a Cristo en el pobre es el camino para anunciar y entrar al Reino de Dios. Camino que, como ya lo decía Francisco de Asís, está abierto para hombres y mujeres: “Somos... Madres cuando lo llevamos en el corazón y en nuestro cuerpo por el amor divino y por una conciencia pura y sincera, y lo damos a luz por las obras santas, que deben ser luz para el ejemplo de otros” . Las mujeres guardan la reserva de ternura, coraje y esperanza de la humanidad.

Este compromiso solidario y eficaz de las mujeres cristianas enriquece y desafía a la Iglesia tanto en su misión profética de denuncia de la pobreza, violencia y muerte como en el anuncio del Reino de Dios y su exigencia histórica de justicia.

•  ESPIRITUALIDAD MISIONERA: ANUNCIAR EL EVANGELIO DE LA VIDA.

La espiritualidad misionera, como toda espiritualidad cristiana, se define en el seguimiento de Jesús. Es el caminar del pueblo de Dios en la historia que, en sus obras y palabras, lleva a cada ser humano lo que Jesús nos enseñó. La verdad de Dios que, en el misterio de la encarnación y redención, “ha vuelto a dar definitivamente al hombre la dignidad y el sentido de su existencia en el mundo” .

Es el mismo Espíritu de Dios el que impulsa este caminar . Lucas nos recuerda que el Espíritu del Señor unge a Jesús en el inicio de su misión de anunciar a los pobres la Buena Nueva.(Lc 4,18). Es el Espíritu, también, el que, el día de Pentecostés, está en el inicio de la misión de la Iglesia cuando Pedro anuncia que la Vida ha vencido a la muerte en la Resurrección de Jesús, a “quien Dios ha constituido Señor y Cristo”(Hech 2).

Vivir según el Espíritu, nos recuerda Pablo, es dar testimonio de la vida en Cristo que libera de la muerte y el pecado (Rom 8,2). Espiritualidad profundamente pascual . Su fuerza está en que la última palabra la tiene la vida y no la muerte. En un mundo marcado por problemas de pobreza y violencia que preceden a la muerte, la afirmación y defensa del derecho inalienable de la vida, que se funda en las enseñanzas de Cristo resucitado, nos revela el Dios de nuestra fe y esperanza.

Este Caminar se hace en una realidad histórica concreta, no hay camino hecho, se hace camino al andar. Verdad una, la del Señor Jesús, en un caminar que se renueva a lo largo de los siglos en la vida de la Iglesia; en este continente los pasos de fidelidad al evangelio de Jesucristo los encontramos desde los primeros misioneros. La espiritualidad que en las últimas décadas ha ido naciendo en nuestras comunidades cristianas es la de una Iglesia que, como dice Gustavo Gutiérrez, “intenta hacer efectiva su solidaridad con los mas desposeídos de este mundo . Espiritualidad colectiva, eclesial; marcada por la religiosidad de un pueblo explotado y creyente. Camino emprendido por el conjunto del pueblo de Dios que deja atrás una tierra de opresión y busca sin ilusiones pero con firmeza, encontrar su ruta en medio del desierto. Espiritualidad “nueva” como nuevo es también el amor del Señor que invita al rechazo de la inercia e impulsa a la creatividad” .

Espiritualidad misionera que no le permite a la Iglesia quedarse centrada en ella misma, sino que la impulsa a compartir su fe en Jesucristo saliendo a los caminos para encontrarse con las esperanzas y las tristezas de los hombres y mujeres de este tiempo. Le exige “un desplazamiento continuo, no meramente físico, sino principalmente de actitudes y de mentalidades” . En este salir a los caminos para compartir el evangelio de Jesucristo la Iglesia fortalece y renueva su identidad.

Una espiritualidad comprometida con los pobres que, en el contexto histórico actual, marcado por brechas de desigualdad y marginación entre los pueblos y las personas, impulsa a la Iglesia a comprometerse vivamente con la causa de los pobres “porque la considera como su misión, su servicio, como verificación de su fidelidad a Cristo, para poder ser verdaderamente la Iglesia de los pobres . Una opción por la vida que, ha señalado el camino histórico para encontrar a Jesús en nuestras vidas. Camino de espiritualidad de muchos hombres y mujeres en nuestro continente, rubricado con la entrega cotidiana y total de sus vidas al servicio de la liberación de los débiles y necesitados. No ha estado ausente la muerte martirial, testimonio de los que buscan el Reino de Dios y su justicia.

Una espiritualidad que busca la reconciliación como camino y signo de fraternidad universal. Una reconciliación que requiere pasar por el terreno del hermano o la hermana que han sido víctimas de la injusticia y reconocer en él o ella el rostro sufriente de Dios que nos interpela, reclama justicia y abre su corazón al perdón.

Una espiritualidad que, fundada en la resurrección de Jesús, celebra la vida . Comentando los difíciles años de violencia que se vivió en el Perú, tiempo en que era un privilegio continuar vivo, Felipe Zegarra nos dice: “se aprendió también a acoger la vida y agradecerla, dar gracias al Señor por ella, cada vez que se presentaba la ocasión:

aprendimos así el significado de la gratuidad del amor de Dios (1Juan 4,8y16) y de la oración de acción de gracias.”

La fracción del pan expresa la solidaridad con el que sufre y proclama la victoria del Resucitado que da vida y alimenta la esperanza. Se trata, nos recuerda Jon Sobrino, “de una honradez primigenia con la realidad, según la cual, a pesar de todo, se es capaz de reconocer, junto con otros, lo bueno y lo positivo, en cosas pequeñas o grandes, lo cual tiene su propia dinámica a ser celebrado. Esa honradez con lo bueno de la realidad es la de Jesús cuando se alegra de que los pequeños hubiesen entendido los misterios del reino, cuando celebra la vida con los marginados o cuando invita a llamar a Dios Padre de todos”

Una espiritualidad misionera que va dibujando en la historia, el rostro de una Iglesia auténticamente pobre, misionera y pascual.

Por eso, hoy, con María, madre de Dios y madre nuestra, podemos cantar:

El Señor hace maravillas en la historia,
Santo es su nombre.
Levanta a los pobres del polvo.
En su misericordia se acuerda de la humanidad
y está con nosotros y nosotras hasta el final de los tiempos.

Guatemala, Noviembre 2003

Quiero agradecer especialmente al grupo de mujeres con las que comparto, hace siete años, la reflexión de nuestra fe y de nuestras experiencias de trabajo pastoral que han alimentado especialmente este testimonio.

Juan Pablo II, en referencia al texto de Mt 25,36ss dice: “A la luz de las palabras de Cristo, este Sur pobre juzgará al opulento Norte. Y los pueblos pobres y las naciones pobres -pobres de modos distintos, no sólo faltos de alimento, sino también privados de libertad y de otros derechos humanos- juzgarán a los que les arrebatan estos bienes, acumulando para ellos el monopolio imperialista del predominio económico y político a expensas de otros” (Homilía durante la misa celebrada en el aeropuerto de Namao, 17 de septiembre de 1984).

Dt 30,14.

Juan Pablo II, recordando a Juan XXIII, nos dice: “Mirando al presente y al futuro con los ojos de la fe y la razón, el beato Juan XXIII vislumbró e interpretó los dinamismos profundos que estaban actuando ya en la historia. Sabía que las cosas no son siempre como aparecen exteriormente. A pesar de las guerras y las amenazas de guerras, había algo nuevo que se percibía en las vicisitudes humanas, algo que el Papa consideró como el inicio prometedor de una revolución espiritual” (“Pacem in Terris: una tarea permanente”, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, 1 de enero del 2003”).

Gutiérrez, Gustavo, “Desenterrar la verdad”, Revista Páginas n° 183 (otubre 2003), p. 7.

Hoy resuenan con fuerza y actualidad las palabras de los obispos latinoamericanos que reunidos en Medellín nos decían: “Estamos en el umbral de una nueva época histórica de nuestro continente llena de anhelos de emancipación total, de liberación de toda servidumbre, de maduración personal y de integración colectiva” (DM intr., 4). Tiempos nuevos que la Iglesia percibe y ante los cuales se compromete porque descubre en ellos “un evidente signo del Espíritu que conduce la historia” (DM intr.,4).

Dupuis, Jacques, “Le dialogue interreligieux á l'heure du pluralisme”, Nouvelle Revue Théologique 120 (1998), 549. El autor señala: “El Espíritu Santo está presente y activo en el mundo, en los miembros de las otras religiones. La verdadera oración, los valores y virtudes humanas, los tesoros de la sabiduría escondidos en las tradiciones religiosas, el diálogo y el encuentro auténtico entre sus miembros son frutos de la presencia activa del Espíritu”.

Rom 8,26-27.

Redemptoris missio, N° 28.

Dupuis, J., Idem. P. 553.

Redemptoris missio n° 20.

Juan Pablo II, en la misma encíclica Sollicitudo rei socialis n° 36 subraya: “Si la situación actual hay que atribuirla a dificultades de diversa índole, se debe hablar de “estructuras de pecado”, las cuales - como ya he dicho en la exhortación apostólica Reconciliatio et paenitentia - se fundan en el pecado personal y, por consiguiente, están unidas siempre a actos concretos de las personas, que las introducen, y hacen difícil su eliminación. Y así estas mismas estructuras se refuerzan, se difunden y son fuente de otros pecados, condicionando la conducta de los hombres”.

Entre otros, El PNUD en sus informes anuales sobre el desarrollo humano ha contribuido a proporcionar información valiosa e inquietante sobre la pobreza, sus causas, niveles y concentración. El informe de 1996 advierte que “el mundo está cada vez más polarizado, y la distancia que separa a los pobres de los ricos se agranda cada vez más” (p. 2). Para el tema de la persistencia de la pobreza es particularmente interesante el informe correspondiente a 1997.

Así también, el Banco Mundial realizó una investigación durante los años noventa preguntando a los mismos pobres qué es la pobreza. Fue publicado en tres tomos con el título Voices of the poor, D. Narayan (ed), Nueva York, Published by Oxford University Press for the Word Bank.

Lora, Carmen, “Percibir la suave brisa. Perspectivas teológicas y pastorales para América Latina y el Caribe”, en Cristianismo na América Latina e no Caribe, Sao Paulo, Paulinas 2003, pp. 350-359.

Sollicitudo rei socialis n° 46 y en el“Documento de la Conferencia Episcopal Peruana sobre la teología de la liberación” n° 20.

Gutiérrez, Gustavo, “¿Dónde dormirán los pobres?”, en El rostro de Dios en la historia, Lima, PUCP- IBC–CEP, 1996, p. 18. Sobre el mismo tema “Una opción teocéntrica” en Páginas , n° 177, 6-13. (2002)

Gutiérrez, G. Idem, p. 10.

Lerner, Salomón, “Discurso de presentación del informe final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación” – Perú, 28 de agosto del 2003.

El “Informe Proyecto Interdiocesano de Recuperación de la Memoria Histórica” valientemente denuncia: “Además del impacto individual y colectivo de la violencia y el terror, la represión política le quitó a la gente su derecho a la palabra. Durante muchos años no pudieron compartir su experiencia, dar a conocer lo sucedido o denunciar a los responsables. Muchas de las víctimas y los sobrevivientes que dieron su testimonio hablaron en ese momento por primera vez de lo que les había sucedido” (“Guatemala NUNCA MÁS”, Cap I, Impactos de la violencia. Introducción. ODHAG, 1998, XXXI).

Idem, Presentación general, XXIX.

Lerner, Salomón, Discurso de presentación del informe final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación – Perú, 28 de agosto del 2003.

Juan Pablo II, Tertio Millennio Adveniente n° 11.

Crespo, Luis Fernando, “Misión de Jesús y liderazgo juvenil”, el autor presenta un interesante comentario de la práctica de Jesús y las exigencias que se desprenden para el liderazgo juvenil CEP, Lima 1998

Crespo, L.F., Idem, pp. 39-40.

Este relato sigue suscitando una reflexión teológica que permite descubrir y enriquecer el papel de las mujeres en la tarea de anunciar la Buena Nueva de Jesucristo y el Reino de Dios que su vida y obra nos revela. Cft E. Schüssler Fiorenza, En memoria de ella, Desclée de Brouver, Bilbao 1989.

Bueno: “kalós” es la misma palabra griega que califica la obra de Dios en el Génesis “y vio Dios que todo era muy bueno” o el Eclesiastés “Todo lo hizo hermoso”

Este tema fue trabajado por Gustavo Gutiérrez en la conferencia “Los pobres de la tierra” del Curso de Verano de Teología Febrero 1995 de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Puebla 1135 en una nota a pie de página hace especial mención a la mujer “por su condición doblemente oprimida y marginada”.

“Carta a todos los fieles” en “ Francisco de Asís. Escritos, biografías, documentos de la época ” BAC. Madrid, 1980, 53. Patricia Martínez i A hace referencia a este texto en su artículo “A propósito de refundación: La capacidad femenina de dar a luz” en Pastores Año 2, n°3, 9. Lima, 2002.

Redemptoris missio n° 2.

Redemptoris missio n° 87 refiriéndose a los apóstoles “El Espíritu los trasformará en testigos valientes de Cristo y preclaros anunciadores de su palabra: será el Espíritu quien los conducirá por los caminos arduos y nuevos de la misión”.

Gutiérrez, Gustavo. “Beber de su propio pozo” CEP Lima. 1983, 50.

“Jesucristo, la buena noticia en la experiencia misionera”, Comunicado del IEME al Congreso de Pastoral Evangelizadora, celebrado en Madrid del 11 al 14 de septiembre de 1997, en Rev. Misiones Extranjeras n°161, 519.

Juan Pablo II. Laborem Exercens n° 8

Zegarra, Felipe, “Goce y defensa de la vida”, en Páginas n° 183, 31. el autor añade “La prolongada e inhumana experiencia de aquellos años nos fue haciendo cada vez mas conscientes de que, como cristianos, tenemos la permanente responsabilidad de promover la vida ...comenzando precisamente por aquellos que mas sufren, hasta lograr la auténtica fraternidad y comunión. Y todo ello - y mucho más nos queda por descubrir y practicar- como experiencia de una honda espiritualidad cristiana. Que el Señor de la vida nos impulse por ese camino”.

Sobrino, Jon, “Jesús y pobres. Lo meta-paradigmático de las cristologías”, en Rev. Misiones Extranjeras n° 161, 510.

 

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