Iluminación misionera juvenil desde la Palabra de Dios

Si quiero ser consecuente con mis planteamientos en estos días, debo afirmar categóricamente que toda espiritualidad en la Iglesia, si quiere conservar su frescura, más aún, su identidad, tiene que ser misionera. Voy a hacer un recorrido por la Biblia, Palabra de Dios, para extraer de este manantial algunos elementos más cercanos a la Juventud en su caminada espiritual. El salmo 35 nos hace pensar en una gran mesa a la que Dios nos invita, invita a toda la humanidad para disfrutar allí, gozar de sus delicias. Dice: "nos nutres de los sabroso de tu mesa, nos das a beber del torrente de tus delicias, porque en Ti está la fuente viva y tu luz nos hace ver la luz" (Sal. 35, 9-10). Esto es para comenzar diciéndoles que la espiritualidad misionera es una fiesta que en nada se compadece con la rutina, el cansancio, el bostezo, el aburrimiento y que nos habla de manjares, de luz, de plenitud, invitándonos a la creatividad, al compromiso, al seguimiento de este Jesús siempre joven, siempre alegre, siempre desafiante.

Veamos:

  1. Pablo le dice a su discípulo y amigo Timoteo: " que nadie menosprecie tu juventud". Partimos del hecho maravilloso de la identidad juvenil. Ser jóvenes no es meramente una etapa de la vida, no es una enfermedad ni una debilidad, ni una espera postergada para hacer algo en la sociedad o en la Iglesia para luego comprometerse en serio. No! Jamás!. La juventud es un estado del alma, es la frescura tierna, acogedora del corazón, es la vida hecha ensueño y palpitación, es la gozosa plenitud. Fuera todo complejo de inferioridad, de imposibilidad, de pequeñez, de inmadurez. Son ustedes los jóvenes el HOY de la historia, más grave, el HOY de la Iglesia. Si a ustedes los jóvenes les da neumonía, todo el mundo se muere de frío, decían los grafitos de Mayo del 68 en París. Lo primero que la Misión les pide es que sean jóvenes y jóvenes de verdad, es decir, que sean jóvenes y jóvenes de verdad: con espíritu juvenil, alma y corazón juveniles, lenguaje juvenil, imaginación y creatividad juvenil, atuendo juvenil, compromiso y opción juvenil. Quien no los entienda así, que se muera y lo entierren, pero que a ustedes lo dejen vivir en su compromiso eclesial y misionero.
  2. A lo largo de la Historia de salvación, Dios confió a la gente joven las tareas más importantes: Samuel (1 Sam. 3,10), David (1 Sam. 16, 11-13), Jeremías (Jer. 1,6), María (Lc. 1,26-38). Para Dios no es la edad, es la capacidad, la generosidad, la confianza lo que cuenta. Dios puso el sueño de su vida en manos de una joven virgen, la "sedujo" y le pidió sus entrañas, para poner allí su PALABRA definitiva para el mundo: Jesucristo. Tampoco cuenta para Dios la alcurnia, la clase social, la raza, cuenta sí la sencillez de corazón, la apertura de mente.
  3. "Estoy contigo. Te protegeré a donde vayas. No te abandonaré (Gen. 28,10-17). "Con amor eterno te amé". No somos hechos en serie ni hay un molde que diga: se hacen muchachas/os. Jamás. Cada uno de nosotros es la acumulación infinita de millones de años del amor de Dios concentrado y realizado en esta obra sublime, artística, divina que es cada uno de nosotras/os. Cada uno expresa un don, una cualidad, una virtud, una característica de Dios. Su amor es infinito para cada uno y cada una en particular. Sobre cada uno y cada una tiene un designio, una predilección singular, particularizada, personalizada. Siempre será fiel a ese amor así lo neguemos, lo rechacemos. Él es el enamorado fiel y en su Hijo Jesús no dio la garantía total de ese Amor.
  4. Jesús, Palabra escuchada, vista, comida, anunciada "Al principio ya existía la palabra… Y la palabra era Dios… Mediante ella se hizo todo…Jn 1,1.3 Dios es palabra. Es comunicación. Es diálogo. Es una palabra que nace del silencio. Por eso los místicos dicen que el silencio es adoración. Es una palabra que encierra toda la verdad de Dios: su ser y su obrar. En su diálogo eterno, esta Palabra interactúa en la comunión del Dios trino y hace de mediador entre la creación y el proyecto de salvación. "Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros" (Jn 1,14). Es el misterio de la Encarnación. El Verbo de Dios, la Palabra de Dios, se encarna, asume la identidad humana, entra en sintonía con nuestro lenguaje, lo pronuncia y capta nuestros signos de comunicación. Y comenzamos a escucharnos como si fuésemos vecinos desde antiguo; camina a nuestro lado asumiendo nuestra condición de peregrinos que van clavando la carpa donde acontece la noche. María que "graba todo en su corazón" es la privilegiada en recoger como primicia y hacer eco en su interior, el primer quejido, grito, balbuceo, sonrisa, gesto, todos los signos de humanidad y de comunicación de su Hijo en su encuentro con nuestra raza. La Palabra de Dios se deja amasar, triturar por nuestra propia palabra y naturaleza a fin de recobrar nuestra sintonía con el amor del Padre. Cuando el Padre habla en los evangelios es para decirnos una sola cosa: "Escuchen mi Palabra que es mi Hijo muy amado" (Mc 9,7). No basta decir que Jesús es la Palabra del Padre. Tampoco es suficiente afirmar que esta Palabra ha venido a confundirse con nuestras voces, haciéndose hombre. Lo importante es entrar en sintonía con esta Palabra. Por eso dice el Padre: "Escúchenla!". El verbo "escuchar" (que, según los cálculos precisos de los especialistas más minuciosos, aparece alrededor de 1.100 veces en el Antiguo Testamento) no significa, en hebreo, ser informados, sino obedecer. Esta escucha la define el Nuevo Testamento como "obediencia de fe". La etimología ilumina y clarifica: ob-audire, upo-akouein, quieren decir "escuchar lo que está debajo, detrás, escondido". A la revelación se responde adhiriendo a la palabra, como discípulos del único Verbo de Dios: pero la Palabra es puerta, que introduce en los abismos del Silencio divino. "Una Palabra habló el Padre, que fue su Hijo, y ésta habla en eterno silencio, y en silencio ha de ser oída del alma" (San Juan de la Cruz). Moisés se acerca a la zarza ardiendo porque tiene curiosidad de "ver" lo que estaba sucediendo y, entonces, recibe la sorpresa de tener que "escuchar" lo que Dios quiere de Él (Ex 3, 1s). En el Nuevo Testamento no es suficiente quedarse a la escucha. Hay algo más. El verbo fundamental ya no es "escuchar" (aparece 425 veces en el Nuevo Testamento), sino "ver" (680 veces). "El pueblo vio la Palabra" se escribe en el libro del Deuteronomio. "El pueblo se relaja sin visión", añade el libro de los Proverbios (Pr 29,18). E Isaías habla de la "Visión de la Palabra de Dios" que él tuvo. Cristo invita a sus discípulos a ver. "Vengan y verán" (Jn 1, 39). Esta Palabra no ha de ser simplemente escuchada. Debe ser "vista" por todos. Por tanto el discípulo tiene que ser un testigo no sólo de lo que ha oído sino, sobre todo, de lo que ha visto. Por eso los pastores, los discípulos…cuentan lo que han visto con sus ojos y que correspondía exactamente con lo que habían oído. Para que podamos experimentar esta Palabra, y podamos comunicarla a los demás, hace falta todavía algo muy importante, el paso definitivo: comer la palabra. El profeta Ezequiel así lo vivió: "Hijo de hombre, come lo que se te ofrece; come este rollo y ve luego a hablar a la casa de Israel. Hijo de hombre, aliméntate y sáciate de este rollo que yo te doy" (Ez 3, 1.3). Según este criterio, se habla de lo que se ha asimilado. Juan en el Apocalipsis, primero tiene la visión, luego escucha: "toma el librito, devóralo; ahora tienes que profetizar…" (Ap. 10,8-11). Escuchar, ver, comer, profetizar. Estos serían los cuatro verbos en la espiritualidad misionera. Juan, más tarde, expresará perfectamente esta realidad en una frase desconcertante: «Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la palabra de vida, - pues la vida se manifestó, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y les anunciamos la vida eterna que estaba con el Padre y que se nos manifestó- lo que hemos visto y oído se lo anunciamos…» (1 Jn 1,3). La credibilidad del «llamado», la seguridad del testigo, viene garantizada por las pruebas que pueda presentar. O sea, debe ser una persona que ha escuchado, visto, palpado y anunciado. Uno que ha hecho un viaje, ha descubierto algo, ha estado con alguien, y ahora nos cuenta…Traicionamos la Palabra cuando no la hacemos "visible" en nuestra existencia. La vida es, pues, la "continuación del Evangelio de Hoy"…
  5. "Después de esto, designó el Señor a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde Él había de ir". Estos setenta y dos hoy se convierten en los millones de jóvenes que convoca el Papa, la Iglesia para que vayan en los diversos movimientos y/o grupos juveniles como vanguardia evangelizadora a todos los pueblos, razas, naciones, culturas, lenguas. Lo importante aquí es el "discipulado", el seguimiento de Jesús. El discípulo se ubica en cualquier ambiente social, cultural, intelectual, laboral. Es discípulo con su palabra, con sus obras, con sus gestos, acciones, vivencias, compromisos. "Como el Padre me envió, así Yo los envío a ustedes" (Jn 20, 21-23). La misión es cumplimiento de un llamado y de un envío. Cada uno es llamado con su nombre propio y es enviado a cumplir una misión específica de acuerdo a dones y carismas recibidos.
  6. "Ustedes son mis amigos. Les he revelado todos los secretos de mi Padre" (Jn 15, 14-15). Al Papa le gusta mucho decir: "ustedes, jóvenes son mis amigos". El Papa es el amigo de la juventud. Ya Cristo no los había dicho en su Evangelio: "ustedes son mis amigos" y una prueba de esa amistad es que "les he revelado todos mis secretos y secretos del Padre". Entre amigos nos hay secretos. Entre amigos se piensa en voz alta. Y añade la mayor prueba de esa amistad: " el mayor amigo es quien da la vida por sus amigos". La juventud misionera busca, o mejor, parte de…esta convicción: "hacer amigos", amigos entre sí y amigos de Cristo, amigos que sean capaces de dar la vida por su Evangelio. Cada vez el martirio es una vocación realizada exitosamente en la Iglesia. Los mártires son los más grandes amigos de Jesús, también de la humanidad.
  7. "Sin mí nada pueden hacer", (Jn 15,6). Hoy la juventud es muy exitosa. Tiene muchas posibilidades de acrecentar sus dones y carismas con la ciencia, la técnica. Hay muchos recursos. Los medios de comunicación social nos posibilitan inmensidades de destrezas, datos, informaciones que nos hacen vivir en actualidad permanente. La capacitación está al orden del día. Son bendiciones que colman nuestra existencia a cada momento. Claro que esto no se reparte igual para todos. Ustedes conocen y son víctimas de las desigualdades sociales. Pero el apóstol, el discípulo sabe que sólo es un cero a la izquierda y nada más si no está unido a Cristo. Su ciencia puede ser maravillosa pero si no está unido a Cristo no nos dice nada. Es rama cortada que se seca y que vale para echarle fuego. Por eso hoy, hoy más que nunca insistimos, exigimos una vida espiritual honda, sentida, realizada pacientemente en un proceso sin fin. Toda espiritualidad es unión con Cristo. Que bueno que esta juventud postmoderna entienda este lenguaje, no se avergüence de él y dén testimonio de su eficacia en toda su vida. Sin Cristo somos una minoría insignificante. Con Cristo somos mayoría aplastante. "Los pasajeros fueron llamados al avión. Dado que estaba lloviendo, rápidamente abordaron la nave. La auxiliar de vuelo cerró la puerta que quedó lista para el viaje. Pero una persona, después de cerrada la puerta, llegó corriendo al avión. Golpeó la puerta para que le abrieran, pero la auxiliar de vuelo le hizo señas de que ya no era posible. Las normas son claras: después de cerrada la puerta, ninguno entra. El hombre siguió golpeando casi durante un cuarto de hora bajo la lluvia. La auxiliar de vuelo siempre rígida no abría. Finalmente, viendo que el hombre no se retiraba, ella decidió abrir la puerta. ˇEra el piloto!" (Luis Augusto Castro). Jesús es nuestro único Piloto. Sin Él no vamos a poder tomar vuelo en nuestras vidas. Con él podemos volar alto.
  8. "El Espíritu les enseñará y les recordará todo" (Cfr Jn. 14, 26). El Espíritu Santo es el maestro del alma, de la interioridad. Es la conciencia del apóstol, de la Iglesia. Pacientemente va realizando en nuestro interior esta trama delicada, íntima de nuestra configuración con Cristo. Es el artista que con pinceles de infinita ternura guarda y acrecienta el Amor de Dios en nuestros corazones. Los Apóstoles estuvieron tres años con Jesús. Poco o nada habían entendido del Maestro. Pero Él los consuela diciéndoles que el Paráclito les enseñaría todo, más aún, les recordaría todo. El Espíritu es memoria, pero memoria que abre camino, que prepara el futuro, nos invita a celebrarlo. Esta devoción al Espíritu es quizás, lo es de verdad, la única devoción de la Juventud. Y tiene que serlo de la Juventud misionera. "tiempo de vientos, tiempo de cometas. Una de ellas volaba muy alto, tan alto que los pájaros grandes le pasaban muy cerca. Un pájaro de éstos cuando vio la cometa atada a su hilo, pensó qué terrible debía ser todo eso para alguien que quiere tomar aún mayor altura en el cielo infinito. Decidió el pájaro ayudar a la pobre cometa y con su pico fuerte cortó el hilo que la aprisionaba. Inmediatamente, la cometa dio varias vueltas toda descontrolada y empezó a caer hasta estrellarse abajo contra la dura roca" (Luis augusto Castro". Es el Espíritu Santo nuestro hilo conductor, el que nos sostiene y fortalece cuando queremos tomar vuelo hacia la conquista de nuestros ideales.
  9. Y Jesús fijando en él su mirada, lo amó" (Mc 10,21). Hay una mirada que marca una diferencia fundamental y que está al origen de cuanto los cristianos podemos hacer y decir junto a las/os jóvenes: es Jesucristo que las/os mira con amor. El relato evangélico llamado del "joven rico" nos abre al horizonte de la persona de Jesús que en cada joven fija una mirada llena de amor, y que en una propuesta de vida – clara y explícita - hace un llamado a la libertad personal. La mirada de amor de Jesús es la fuente de todo cuanto como Iglesia queremos vivir en la "opción por los jóvenes" Pero no sólo es el origen de tal opción, sino que es el contenido mismo de dicha opción eclesial; es Jesucristo que en su Iglesia sigue fijando su mirada de amor en cada joven, con una propuesta de vida que es un llamado al ejercicio de la libertad. La mirada es salvadora, pero también es compromiso. Es el lenguaje del amor.
  10. "Y ustedes serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra" (Hch 1,8). Pablo VI dice que el mundo de hoy más que maestros necesita de testigos. Testigo es quien ha visto, quien conoce,, quien ha estado presente en el lugar de los acontecimientos. De qué somos testigos? De la resurrección de Jesucristo. A veces nos preguntan cómo probamos este hecho único y fundamental de nuestra Fe. Hay una canción muy linda que se titula "Resucitó". Y en una de sus estrofas dice: "Alegría, alegría hermanos que si hoy nos queremos, es que Resucitó". Hay tres punticos bien claros: 1. La alegría del testigo, es decir, la alegría de todas/os los cristianos. 2. Hermanos, es decir, la comunidad: donde hay dos o tres reunidos en mi nombre allí estoy Yo, dice Jesús" (Mt 18,20). 3. Si hoy nos queremos es que resucitó. Si nos amamos de verdad, Jesús ha resucitado. Qué enorme responsabilidad. 4. Jesús invita a sus testigos a "pasar a la otra orilla" (Mc 4,35). La otra orilla son los otros, el "Otro", el "Diferente", otra raza, pueblo, cultura, religión. Allá estamos invitados. 5. El amigo, el testigo está invitado a "desplegar, extender, ampliar su tienda" (Cfr Is 54,2). No podemos quedarnos con una visión provinciana de la vida, de la cultura, ni siquiera de la Fe. Es necesario abrir el espacio de nuestras vidas, de nuestras energías a otros tiempos, vientos, desiertos y mareas. Así la Juventud será rica en experiencias y aprenderá a compartir el Don de su Fe.
  11. Los cinco todos: 1. "Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra". 2. "Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación".3. "Hagan que todos los pueblos sean mis discípulos bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo". 4. "Enséñenles a cumplir todo lo que Yo les he mandado a ustedes". 5. "Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 16-20 y Mc 16, 16). Es lo que llamamos nosotros el "Sermón de los cinco todos": todo poder, todo el mundo, todos los pueblos, todo lo que les he mandado, todos los días…Grabo esto con cincel en el corazón de "todos y todas" ustedes.
  12. "Cielo nuevo y tierra nueva" (Is. 65, 17-25 y Ap 21,6). No evangelizamos para cumplir tareas. No es una mera rutina. Jamás. Dios tiene un proyecto, un plan claro con su humanidad: "crear la tierra nueva, los cielos nuevos". Si no apuntamos a esta novedad en nuestro trabajo pastoral, estamos tergiversando el proyecto de Dios. Tenemos que humanizar este mundo. Pablo VI dice que la Iglesia es "experta en humanidad". Ser expertas/os en humanidad es compromiso misionera de la Juventud. Humanizar este mundo, recrear este mundo, es como decir, cristificarlo, evangelizarlo. "Escuchen lo que sucederá en los últimos días, dice Dios: derramé mi Espíritu sobre cualesquiera que sean los mortales. Sus hijos e hijas profetizarán, los jóvenes tendrán visiones y los ancianos tendrá sueños proféticos" (Hch 2, 17-18). Ver visiones no significa caer en estado esquizofrénico, en una anomalía psicológica. Ver visiones quiere decir ver hacia adelante. Se necesita alguien que mire hacia adelante. El que ve hacia adelante ofrece una perspectiva a la comunidad para que marche también ella hacia adelante. Este es el papel de la Juventud misionera: señalar el camino, abrir brecha para que Dios avance, cualificar la vida, humanizar, así de simple, crear espacios de convivencia, de solidaridad, de fraternidad. "Un joven japonés que había venido a París a defender su tesis sobre Nicolás Berdiaev y los intelectuales rusos de principios de siglo, adeptos del marxismo y que finalmente se había desentendido de él. Le preguntaron por qué había elegido ese tema y respondió: "Yo también era marxista y después dejé de serlo". Le preguntaron: "żEsto le ha llevado a profundizar el budismo o el sintoísmo?" Él respondió: "No,, eso no me interesa. Lo que me interesa es el cristianismo,, pero un cristianismo como el de Berdiaev, un cristianismo que permita al mismo tiempo tener una experiencia espiritual profunda y abrirse al mundo de una manera creadora" (Olivier Clément). Todo un proyecto creador: cielos nuevos y tierra nueva. Que la Juventud tenga esta visión que nos enseña el Profeta. Esta es la meta última de la Misión: crear la tierra nueva y los cielos nuevos. Hacia allá apuntamos, hacia allá caminamos. Adelante: Conclusión. Hemos hecho un recorrido bíblico que nos ayuda en nuestra caminada misionera. Queremos que estos sean los hitos fundamentales que dén razón a nuestro compromiso cristiano. "Mayo de 1945. La segunda guerra mundial había terminado. Alemania, vencida, estaba ocupada por tropas estadounidenses, inglesas y rusas. En un cierto lugar, una compañía estadounidense decidió reconstruir la Iglesia, completamente hundida por las bombas. Al desescombrar el templo, un soldado encontró entre los cascotes de yeso la cabeza de un Cristo muy antiguo. Admirado por la belleza de su faz, la hizo ver a sus compañeros. "Busquemos los restantes fragmentos y reconstruyamos el Cristo", propuso uno. Buscaron con paciencia entre los escombros. Revolviendo por uno y otro lado, especialmente cerca del altar, hallaron otras partes del Cristo. Con calma, los soldados intentaron recomponer la imagen rota. Pero nadie encontró las manos de Jesús. Cuando el templo quedó reconstruido, también el Cristo recuperó su lugar en el altar. Faltaban las manos; un soldado puso a los pies del Cristo un escrito que decía: "Ahora sólo tengo tus manos". Juventud misionera: ustedes son las manos de Jesús para reconstruir este mundo, para llevar su mensaje de salvación a toda la humanidad. No pueden defraudarlo.

Cuenca 23 de Julio del 2002. jesús e. osorno g. mxy Secretario ejecutivo DEMIS