TRES MEDITACIONES PARA LA CUARESMA

(Enviado por:  Antonio Modernell – Asesor de Prensa de Mons. Julio Terán Dutari, Sj – Obispo Auxiliar de Quito - EMail: archiquitensis@mixmail.com)

Jesús es condenado a muerte

El Juez que cometió el crimen profesional más monstruoso de toda la Historia, no fue impulsado a ello por el tumulto de ninguna pasión ardiente. No lo cegó el odio ideológico, ni la ambición de nuevas riquezas, ni el deseo de complacer ninguna Salomé. Lo movió a condenar al Justo, el temor de perder el cargo, pareciendo poco celoso de las prerrogativas del César; el miedo de crear para sí complicaciones políticas, desagradando al populacho judío; el miedo instintivo de decir "no", de hacer lo contrario de lo que se pide, de enfrentar el ambiente con actitudes y opiniones diferentes a las que en él imperan.

Vos, Señor, lo mirasteis por largo tiempo con aquella mirada que en un segundo obró la salvación de Pedro. Era una mirada en que transparecía vuestra suprema perfección moral, vuestra infinita inocencia, y, sin embargo, él os condenó.

ˇOh, Señor, cuántas veces imité a Pilatos! ˇCuántas veces, por amor a mi carrera, dejé que en mi presencia la ortodoxia fuese perseguida, y me callé! ˇCuántas veces presencié de brazos cruzados la lucha y el martirio de los que defienden vuestra Iglesia! Y no tuve siquiera el coraje de darles una palabra de apoyo, por la abominable pereza de enfrentar a los que me rodean de decir "no" a los que forman mi ambiente, por el miedo de ser "diferente de los otros". Como si me hubieses creado, Señor, no para imitaros, sino para imitar servilmente a mis compañeros.

En aquel instante doloroso de la condenación, Vos sufristeis por todos los cobardes, por todos los muelles, por todos los tibios... por mí, Señor.

ˇJesús mío, perdón y misericordia! ˇPor la fortaleza de que me disteis ejemplo desafiando la impopularidad y enfrentando la sentencia del magistrado romano, curad en mi alma, la llaga de la molicie!

Jesús es bajado de la Cruz

El reposo del sepulcro os aguarda, Señor. En las sombras de la muerte, abrís el Cielo a los justos del limbo, mientras en la tierra, en torno a vuestra Madre, se reúnen unos pocos fieles para tributaros honras fúnebres. Hay, en el silencio de estos instantes, una primera claridad de esperanza que nace. Estos primeros homenajes que os son prestados son el marco inaugural de una serie de actos de amor de la Humanidad redimida, que se prolongarán hasta el fin de los siglos.

Cuadro de dolor, de desolación, pero de mucha paz. Cuadro en que se presagia algo de triunfal en los cuidados indecibles con que Vuestro Divino Cuerpo es tratado.

Sí, aquellas almas piadosas se condolían, pero algo en ellas les hacía presentir en Vos el triunfador glorioso.

Pueda yo también, Señor, en las grandes desolaciones de la Iglesia, ser siempre fiel, estar presente en las horas más tristes, conservando inquebrantablemente la certeza de que vuestra Esposa triunfará por la fidelidad de los buenos, ya que la asiste vuestra protección.

 

Jesús es colocado en el sepulcro

Corrióse la laja. Parece todo acabado. Es el momento en que todo comienza. Es el reagrupamiento de los Apóstoles. Es el renacer de los esfuerzos, de las esperanzas. La Pascua se aproxima.

Y al mismo tiempo, el odio de los enemigos ronda en torno del Sepulcro, y de María Santísima, y de los Apóstoles.

Pero ellos no temen. Y dentro de poco tiempo rayará la mañana de la Resurrección. Pueda yo también, Señor Jesús, no temer. No temer cuando todo parezca perdido irremediablemente. No temer cuando todas las fuerzas de la tierra parecieran puestas en manos de vuestros enemigos. No temer porque estoy a los pies de Nuestra Señora, junto a la cual se reagruparán siempre, y siempre una vez más, para nuevas victorias, los verdaderos seguidores de vuestra Iglesia.