HISTORIA DE LA ACTIVIDAD MISIONERA EN SALTA

Los Franciscanos de Propaganda Fide en el Chaco Salteño (1859 – 1913)

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Se destaca en el siglo XIX, la acción de familias religiosas en todo el territorio americano, ya sea nacidas en nuestro medio o llegadas de Europa, que emprenden la obra misionera bajo el auspicio de los obispos y conforme al espíritu de la propia institución.  En nuestra región, actuaron los Franciscanos de Propaganda Fide (franciscanos dependientes de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide).

 

 Para hacer frente a las apremiantes necesidades misioneras de comienzos del siglo XVIII, la Iglesia, a través de la recién fundada Congregación de Propaganda Fide (1622) y de la misma Orden Franciscana, se había visto  en la necesidad de formar nuevos cuerpos de misioneros. La Propaganda Fide representa un planteamiento apostólico centralista dentro de la Iglesia y una extensión en la actividad de la orden franciscana hacia una participación más dinámica en el campo misionero. En este sentido, la orden de San Francisco determinó crear centros especiales de formación misionera: los Colegios o Seminarios de Misiones de Propaganda Fide, que debían de ser además "casa de recolección", es decir, de más intensa vida espiritual, sin descuidar de ninguna manera las letras, las ciencias y las artes. Así, su finalidad era triple: asegurar la estabilidad y firmeza de las conversiones entre fieles, formar intelectual y moralmente a nuevos misioneros y renovar espiritualmente a los frailes.

 

Ya en 1779, los padres del Colegio de Tarija, al sur de Bolivia, habían fundado la reducción de Nuestras Señora de las Angustias de Zenta, en el Chaco Salteño.

 

Los Franciscanos de Propaganda Fide llegan a Salta en 1856, estableciendo el Colegio Apostólico de San Diego, que funcionó provisoriamente en el Convento de la Merced hasta 1867, año en que se trasladan al viejo y casi despoblado Convento de San Francisco de Salta. Su primer  superior fue fray Pedro María Pellici, quien tuvo a su cargo a 15 frailes venidos de Italia.

 

La evangelización del Chaco Gualamba, fue confiada a la atención de los padres franciscanos de los Colegios Apostólicos de Salta y Santa Fe

 

La encomiable labor de los frailes, si bien dura y accidentada, dejó su sello en el Chaco Salteño. Tal es así que el Padre Honorato Pistoia, afirma que “en ningún momento de la historia de las misiones en el territorio argentino, se realizó una obra más provechosa por su amplitud y sus alcances, como durante la presencia de los Misioneros de Propaganda Fide. No dejaron rincón sin explorar, se hicieron  hermanos de los indios, viviendo su misma vida, en sus mismas chozas y participaron íntegramente del lento andar hacia la civilización”. [1]

 

Acerca del campo de acción que se abría a los frailes en el Chaco, informaba el padre Pellicci, al prefecto de Propaganda Fide en 1859: “Es enorme la multitud de indios errantes, pobres y desnudos, de diversas tribus y lenguas, que pueblan de Orán a Corrientes y del Pilcomayo al Salado... Viven todos en la mayor ceguera e ignorancia, en las tinieblas de la superstición y la barbarie”.[2] 

 

El éxito en los comienzos fue prometedor. Al cabo de dos años de obra misionera en ambas márgenes del río Bermejo, ya tenían los padres ganada la voluntad de los indios, que asistían mañana y noche a las instrucciones, al paso que otros pueblos indígenas manifestaban su deseo de catequizarse.

 

Durante el período de permanencia de los frailes en Salta, entre 1856 y 1913, fundaron seis misiones en las márgenes del Río Bermejo. Las cuatro primeras de ellas  tuvieron infeliz suerte:

 

 

Luego de veinte años de incansable labor, los frailes comprobaron con desazón que su esfuerzo no reportaba los frutos deseados, ya fuera por desastres climáticos que devastaban las reducciones, o por las trabas que ponían a los frailes, los españoles que querían apoderarse de las tierras y de los mismos indios para que trabajasen en sus haciendas. Todo esto fue creando una doble sensación de fracaso y desaliento, lo que provocó que los mismos frailes no quisieran ir a estas regiones. Tanto es así que en 1866, el obispo Rizo Patrón escribió a Roma demostrando su insatisfacción por esta obra misionera: “Los más de sus sacerdotes y legos, no sólo durante un tiempo, sino durante todo el año viven en la ciudad, y así lo han hecho por todo un decenio. Mientras algunos de ellos, tan sólo, acuden a los lugares de misión, los demás apenas y ni siquiera apenas lo hacen, y viven como los demás padres de la provincia no destinados a las misiones”.[4]

 

Luego de la destrucción de la misión de la Purísima Concepción, los frailes trasladaron sus esfuerzos a las inmediaciones de la antigua población jesuítica de Miraflores, junto al río Pasaje (Juramento), a unas cuarenta leguas de Salta, donde fundaron la reducción de San Miguel Arcángel de Miraflores en 1880. También aquí los frailes debieron luchar continuamente por mantener con vida a la misión. Nuevamente, los  hacendados de los ingenios, periódicamente se llevaban a los indios que lograban reunir los misioneros, para hacerlos trabajar en sus tierras. También influyó la dureza de los mismos indios, según lo expresa fray Nazareno Morosini en una relación acerca de la misión: “habiéndolos juntado yo después varias veces para hacerles comprender el por qué de estarse allí los misioneros aleccionándolos y catequizándolos, declararon abiertamente la última vez que no querían saber nada de cristianismo, que nunca se entregarían a discreción de los padres, porque hemos nacido indios e indios queremos morir”.[5] Durante siete años mantuvieron esta misión, con resultados muy alentadores. Esta vez fue una terrible peste de viruela, la que se encargó de desbaratar la misión, diezmando a la población de los indios que la poblaban.

 

Luego de que se perdiese esta última, los frailes fundaron ya comenzando el siglo XX, la última misión en el territorio del Chaco Gualamba, la Misión de Nueva Pompeya, fundada en 1900, ubicada a más de 240 kms de Rivadavia, entre indios matacos. Esta fue una de las misiones más florecientes que fundaron los frailes del Colegio Apostólico de Salta, y que perdura hasta nuestros días.

 

Ya desde comienzos del siglo XX, los franciscanos comienzan a ver la posibilidad de una organización distinta, que comenzara a valerse por sí misma. Incluso la Congregación de la Propagación de la Fe, sugería otro enfoque en el trabajo apostólico. En 1913, los franciscanos de los Colegios Apostólicos del norte de Argentina se organizan de manera autónoma, dejando de depender de Propaganda Fide.

 



[1] Fray Benito Honorato Pistoia , “Los Franciscanos en el Tucumán y en el Norte Argentino 1566-1973”,  página 77

[2] Cayetano Bruno, op.cit., Tomo X, página 439

[3] Fray Benito Honorato Pistoia, op.cit., página 80

[4] Cayetano Bruno, op.cit., Tomo XI, página 352

[5] Cayetano Bruno, op.cit., Tomo XI, página 355

 

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